✧ eight

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— ¡No! ¡Estás idiota, descerebrado, mal programado, estúpido, y de todo si piensas que aceptaré!

¿Pero cómo? No puedo creer que casi acepto. Es que esto está mal. De cualquier lado que lo vea (y trato de no verlo por el que me gusta) esto no es correcto. O sea, no te puedes andar por la vida así, cogiendo con tus amigos. No, no puedes. Simplemente ¡no puedes!

Daniel soltó un suspiro pesado y se dio media vuelta para dejarse tendido sobre el sofá de su sala.

Claro, ignorando la gravedad de sus problemas y asumiendo que los demás tienen que cargar con el peso de ellos... Tal y como lo haría Julio Cesar con Carlagreta.

Estúpido Julio César, estúpido Daniel Alonso.

Tomé aire profundamente cuando él desapareció de mi vista, dejándome ahí, parado en la entrada, como un estúpido saco en el perchero.

Nunca he tenido un perchero.

¿Por qué hago esa comparación?

Como sea, soy un saco maltratado.

Piensa en algo... Piensa bien antes de que todo tu enojo se esfume, te sientas acongojado y termines sintiéndote como niña tonta desilusionada.

Daniel y yo nunca fuimos el tipo de amigos que discutieran seriamente. Es decir, sí discutimos, y es normal, pero jamás algo fue al extremo de ser serio. ¿Ahora se supone que estamos enojados? ¿No es al revés? Se supone que primero te enojas y luego va el sexo, no el sexo y que luego te enojes por haberlo hecho. Es una lógica confusa.

¿Qué es lo que debería decir exactamente? ¿Qué pasa entre nosotros? ¿De verdad esto me tiene que tener tan angustiado como lo hace? ¡¿Por qué me pasan estas cosas?! ¡No puede ser tan mala mi suerte! Lo normal es reprobar, chocar el carro, olvidar ir por tu hermano menor al colegio, no sé, cosas comunes... ¡No tener sexo con tu mejor amigo!

Siento como si hubiese hecho algo muy malo, tan malo, pero tan malo. Pero no sé por qué es malo, por qué lo hice, por qué si me gustó tanto no puedo sentirme de la misma forma ahora.

— Osvaldo...

La voz de Daniel viajó hasta mis oídos; profunda, seria y simplemente perfecta.

Escuchar mi nombre salir de sus labios jamás me había perturbado tanto. Me perturba porque me gusta cómo se escucha. Me perturba porque no debería gustarme cómo suena mi nombre con la voz de mi mejor amigo. Me perturba porque hace que recuerde lo que hicimos; como cuando lo escuché gimiendo mi nombre.

¡Estúpido Julio César por hacerme sentir esto! ¡Eres un estúpido!

Aunque probablemente esté insultándolo a él porque mi enorme y perjudicial orgullo se niega a aceptar la verdad de que en realidad el único estúpido aquí soy yo por estar tan enredado en pensamientos revoltosos y sintiéndome así... Uh, sí soy un estúpido.

— ¡Soy un estúpido!

Después de gritar mi innegable afirmación para que se escuchara por toda la casa, ignoré el llamado de Daniel, y me di la vuelta para caminar rápidamente hasta la puerta.

Tarde fue cuando me di cuenta de que el seguro multifuncional instalado en su casa era demasiada tecnología para mí. Oh sí, olvidé este seguro; mi peor enemigo, el que nunca me deja salir de la casa de Daniel, el que nunca he aprendido a abrir. Qué idiotez.

Tal vez, si mi amigo no fuera sexomne y no hubiéramos tenido sexo, le hablaría para que gentilmente me abriera la puerta y me despidiera con un cálido apretón de manos y un "hasta luego, bro"

— No eres un estúpido.

La voz de Daniel a mi espalda interrumpió cualquier intento que yo hubiera tratado de hacer para forzar la puerta y salir huyendo como el cobarde que soy.

sexomnia ➸ plexrianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora