capituló 8

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Tsukishima era pesimista. Incluso antes de que su vida diera un giro dramático tras el accidente, Tsukishima siempre había tendido a pensar de forma más negativa. Era un tipo que veía el vaso medio vacío y su visión de la vida estaba diseñada para no hacerle ilusiones y hacerle daño a largo plazo. Así que el hecho de que su vida no hubiera sido una mierda en los últimos meses lo tenía nervioso.


—¿Te matará sonreír? —le preguntó Kageyama.


Estaban en el parque un sábado por la mañana, alimentando a los patos. Bueno, Mayu estaba alimentando a los patos, y Tsukishima y Kageyama le sostenían las migas de pan.


—Sí —dijo Tsukishima con expresión seria—. Soy alérgico a eso.


Kageyama puso los ojos en blanco y le arrojó una miga de pan. “El sol brilla, el parque es bonito, Mayu está feliz; creo que son muchas razones para sonreír”.


Kageyama se sentó en la manta de picnic que había dejado en el suelo y sonrió, con los ojos cerrados y siguiendo inconscientemente al sol. Tsukishima no podía creer que este fuera el chico con el que alguna vez jugó en la escuela secundaria. El que tenía el ceño fruncido siempre presente y que apenas podía sonreír para salvar su vida. Tsukishima miró la sonrisa de Kageyama ahora. No era la más grande de las sonrisas. Era una pequeña elevación en las comisuras de su boca, pero lo hacía parecer feliz. Lo hacía verse hermoso. Le sentaba bien ahora, había crecido en su sonrisa.


—¿Qué estás mirando? —preguntó Kageyama con los ojos aún cerrados.


Maldito sea el siempre perceptivo Rey por arruinar el momento. Estaba a punto de reunir el coraje para decir "Tú" cuando sonó su teléfono. Sin mirar el identificador de llamadas, contestó.


***

Tsukishima se sintió entumecido. Sabía que la vida tenía algo que decir sobre él. Sabía que no podía caer en esa falsa sensación de seguridad que Tobio había traído a su vida. Espera, ¿Tobio?   Su vida siempre iba a ser un desastre sin importar quién entrara en ella.


Recordó la breve llamada telefónica que había dado inicio a todo aquello. Una de las enfermeras del centro de ancianos había llamado para decirle que su madre había sufrido otro derrame cerebral y que la habían llevado de urgencia al hospital. Recordó la sensación de terror que se le hizo en el estómago.


—Tsukishima, ¿estás bien? —susurró Kageyama, tirando de su camisa—. ¿Qué pasó?


Tsukishima asintió y su cuerpo se puso en modo automático. "Mamá fue llevada a la UCI. Otro derrame cerebral".


Kageyama inhaló con fuerza. 'Puedo llevar a Mayu a casa para que puedas ir con tu mamá. Me quedaré con Mayu hasta que tengas noticias. ¿Tienes alguna novedad?'


Tsukishima sacudió la cabeza y sus oídos se llenaron de ruido blanco. "Puedo llevar a Mayu a casa".

La vida es una mierda... hasta que deja de serloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora