Alexa y Victoria:

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Estaba en mi oficina revisando el expediente de un caso que estoy llevando, tomé mi teléfono para distraerme un poco y como había resultado ser costumbre para mí terminé con el contacto de Alexa abierto, viendo su foto y pensando en llamar. Suspire profundamente, por alguna razón que no entiendo no he podido sacarla de mi cabeza, me puse a recordar lo que pasó aquel fatídico y glorioso día, era tan ambivalente la sensación al recordarlo.

Llegué al apartamento de Alexa luego de una nueva discusión con Roberto, y de haberla llamado para decirle que iría a verla, ya parecía ser costumbre en mi vida, toque la puerta y en pocos segundos ella me abrió, tan hermosa como siempre, su cabello rubio que le llegaba a los hombros y sus ojos que a su parecer podrían ser una aberración pero que a mí me habían hechizado de una manera que no tenía idea y que no había notado, me invitó a pasar. Repase el sitio con la vista, la tele encendida en lo que parecía ser una película y una copa de vino en la mesa frente a la televisión, una manta en el sofá y los tacones de Alexa en el suelo.

Suspiré, había estado llorando por la discusión con Roberto y seguía llorando,yo me sentía más tranquila aunque las lágrimas callendl de mi rostro eran algo que no pude detener, pero ya no era tristeza siemplemente era rabia, impotencia, quizá enojo y un poco de resentimiento, el siempre me ponía los cuernos y yo siempre lo perdonaba, otra cosa que parecía haberse vuelto una costumbre en mi vida.

—Lo de siempre — fue la respuesta más simple que pude dar luego de que Alexa preguntará qué fue lo que me pasó, para Alexa no era novedad escuchar mis problemas con Roberto pero no quería agregar otro a la larga lista, estuve llorando un rato y ella estuvo ahí para mi luego volteé a ver la televisión — ¿Puedo quedarme a terminar la película contigo?

Alexa solo me respondió con un asentimiento de cabeza, y le pido play a la película, fue a buscar una copa de vino y me sirvió, sin saber en qué momento acabe acurrucada con la cabeza sobre su hombro y ambas tapadas con la manta.

—Una mujer tan inteligente, segura de si misma, talentosa, brillante, capaz y hermosa como tu no debería de sufrir por un idiota que no la valora— me dijo Alexa en algún punto de la noche mientras secaba una lágrima que había escapado de mis ojos, yo sonreí de manera automática, se que eso lo piensa de verdad, pero en cierta medida es parte también de una especie de juego coqueto entre las dos que no tiene sentido cuestionarse cuándo o quién comenzó y que por alguna razón ninguna de las dos paró sino que siguió avivando.

En ese momento me aparte de su cuello y nos quedamos viendo a los ojos unos segundos o quizá varios minutos, no lo sé y para mí era irrelevante, sus ojos me hicieron perderme en ellos de tal manera que sentía no tener regreso, solo era ella, nadie más, no estaba Roberto para hacerme sentir mal, para hacerme sentir humillada, no estaban las presiones del trabajo, los casos, los expedientes, solo ella, yo y una película a la que habíamos dejado de poner atención, mi mirada bajó un segundo a sus labios, no se si Alexa lo noto o no, lo disimule acomodando un mechón de su cabello atrás de su oreja, pero en ese momento una pregunta surgió en mi mente ¿Cómo serían sus labios? O formulada de otra manera ¿A qué sabían?

Alexa era todo lo contrario a Roberto, ella me entendía, me escuchaba, me apoyaba, me consolaba, ella era todo lo que yo necesitaba en ese momento, simplemente ella no era Roberto.

—Tú también eres una mujer muy hermosa — susurré en su oído luego de acomodarme otra vez muy cerca de su cuello, mi voz fue más melosa y sensual, mi objetivo era claro en ese momento y funcionaba pude sentir la reacción de Alexa de manera casi inmediata, su cuerpo se tenso un poco

—Victoria, porfavor — me pidió con la voz entrecortada, escuchar su voz así lo único que hizo fue hacerme arder por dentro

—¿Qué pasa, Alexa? — pregunté con la cara más inocente que pude hacer mientras me apartaba de su cuello para verla, solo quería sentir otras manos en mi cuerpo, otros labios que no parecieran desprender ácido como los de Roberto que parecía solo querer lastimarme

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