¿En qué momento todo se fue a la mierda? Eso es algo que no sabía o que no quería aceptar que le gustara a una chica con novio era mala idea, que esa chica con novio me gustará era una mala idea, hacerse amiga de esa chica era mala idea, convertirse en el pañuelo de lágrimas de esa chica era mala idea, consolar a esa chica cada que su novio hacia alguna idiotez era una mala idea, empezar a coquetear discretamente con esa chica era mala idea, enamorarse de esa chica era una mala idea, acostarse con esa chica era una mala idea.
¿Y que hice? Absolutamente todo, y me pudo haber importado una mierda, pero ESA chica era mejor amiga de mi cuñada. Cuando me enteré que Ale y Fi habían terminado me sentí muy mal por, mi hermana, claro que sí, pero sentí algo de alivio al pensar en que ya no tendría que volver a ver a Victoria, porque claro, ella me vio como un puto juguete con el que pudo divertirse una noche y luego botar. O quizá solo eran mi enojo y frustración hablando, resentida conmigo misma por ser tan idiota de pensar que Victoria sentiría algo por mí, que dejaría a su novio por mí, para Victoria solo fue una noche de sexo, pero para mí significo ceder ante lo que llevaba meses volviéndome loca, lo que se desbordaba del corazón y simplemente caía por mi mirada, lo que mil veces intente negar. Supe que estaba perdida cuando Sofía me preguntó si estaba enamorada, lo negué rotundamente, pero, siempre que pensaba en Victoria ponía una sonrisa boba e incontrolable en mi rostro, trate de matar eso, claro que trate, pero matar algo que tiene raíces tan profundas es complicado.
Había aceptado conformarme con su amistad, pensé en ello durante mucho tiempo, iba a dejar de lado los coqueteos tontos y solo sería la amiga incondicional que siempre estuviera ahí para apoyarla, simplemente dejaría que el tiempo se encargara de matar mis sentimientos o al menos de enterrarlos en lo más profundo de mi corazón.
Ese era el plan, simple y sencillo, que estaba llevando a cabo de manera adecuada, pero el idiota de Roberto tuvo que joderlo todo, cuando Victoria me llamo aquella noche, pude escuchar enojo y resentimiento cuando se refería a su novio y cuando llegó pude ver las lágrimas de frustración que amenazaban con salir, o con volver a salir, pues parecía ya haber llorado momentos antes, me sentí una mierda por encontrarla, incluso en esa situación; hermosa. Me olvide por completo de la película que estaba viendo, le ofrecí una copa de vino y la escuche atentamente sin decir nada, no serviría de todas maneras, luego a petición de Victoria vimos la película
—Una mujer tan inteligente, segura de si misma, talentosa, brillante capaz y hermosa como tu no debería de sufrir por un idiota que no la valora—Le dije mientras limpiaba una lagrima que se escapo de sus bellos ojos. Me enojaba saber que ella no estaba triste, solo frustrada, ni siquiera era decepción y eso me parecía aún peor.
Me quedé un largo rato viéndola a esos ojos color miel que me robaban el aliento de forma tan inexplicable y sorprendente, ella no apartó la mirada, me hubiera encantado saber que pasaba por su cabeza en esos momentos, luego de un rato me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja y colocó la cabeza en el hueco de mi cuello, ese fue el primer paso para mi fin, para nuestro fin, para todo el caos que sería mi vida después de esa noche. Minutos antes estábamos en la misma posición, pero justo en ese momento lo sentí diferente.
—Tu también eres una mujer muy hermosa—Susurró en mi oído, con una voz melosa y sensual, mientras su aliento golpeaba en mi cuello. En ese momento mi autocontrol estaba cayendo en picada. En ese momento me plantee la posibilidad de que Victoria no me fuera del todo indiferente, pero intente mantenerme tranquila todo lo que pude, ella se despegó de mi cuello y me miró a la cara, posiblemente me vio sonrojada y con las pupilas dilatadas.
—Victoria, por favor—Dije con la voz entrecortada,
—¿Qué pasa, Alexa? –Preguntó con una cara tan inocente, parecía una niña desconcertada por una negativa de sus padres que no se esperaba, era un maldito lobo con piel de oveja y yo era la presa, su presa. Ese era mi papel, siempre lo era y al parecer ese día alguien quiso darme una cucharada de mi propia medicina, jugar con mis nervios como yo juego con los nervios de otros, alterar mis sentidos como yo alteró los de los demás, quizá me hubiera parecido interesante si ese alguien no fuera Victoria.