En un mundo donde los hilos del destino se entrelazan como enredaderas de plata, la reina Helaena enfrenta una muerte trágica. Su alma ha sido arrancada de su cuerpo y tejida en otro, el de la hija mayor de su hermana, Rhaenyra. Intrigas políticas...
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Rhaenyra y Laenor miraba con preocupación a Visenya, el maestre tuvo que coser la herida y los gemidos de dolor de su pequeña los ponía más enfadados.
—¿Estas bien hermana? - Lucerys le miraba preocupado —Yo haré todo por ti.
—Estoy bien -le regalo una sonrisa —No te preocupes, ve a tratarte tu, tu nariz se ve horrible.
—¡Hermana! - se quejo el menor, Helaena soltó a reír.
—Bien ambos vayan a sus habitaciones, hablaremos con Visenya - Laenor beso sus frentes y los envío afuera.
—No debiste hacer eso - Helaena les sonrió, gracias a ellos en esos pocos días había sentido el calor de un hogar y deseaba de todo corazón sentir eso por mucho tiempo.
—La reina iba tras tuyo, no podía dejarla - Rhaenyra acarcio su mejilla, su tacto la hizo querer llorar, Alicent jamás la toco de aquella forma y ella menos se dejaba, por algún motivo le repelia que la tocaran.
—Mi niña, no debes hacer algo que te ponga en peligro. - Laenor tomó su mano —Debes cuidarte, eres nuestro tesoro.
—Tú padre tiene razón, tu bien es nuestro bien, lamento tanto lo de Aemond, pero no soy una bruja para devolverle el ojo, pero el también infligio daño, por eso Lucerys y Jacaerys estarán castigados.
