En un mundo donde los hilos del destino se entrelazan como enredaderas de plata, la reina Helaena enfrenta una muerte trágica. Su alma ha sido arrancada de su cuerpo y tejida en otro, el de la hija mayor de su hermana, Rhaenyra. Intrigas políticas...
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Visenya había estado observando aquel huevo con tristeza, era de un color oscuro que tiraba a morado, sabía que había pasado toda su vida tratando de que eclosionara pero jamás sucedió.
Se sintió inútil, pero aquello le daba oportunidad de tener un dragón grande y formidable, con eso podía ayudar a su nueva familia, se sentía triste de no poder ver a Dreamfyre, pero en su anterior vida poco lo había visto, solo lo monto unas cuantas veces las cuales podía contar con sus dedos.
—Siento que olvidó algo importante -su cabeza dio vueltas y vueltas, finalmente había caído en cuenta de que, Laenor moriría pronto, no quería que muriera, era su amado padre, pero debía dejar a Rhaenyra con Damon.
Pero no deseaba ver a su padre muerto, así que la mejor opción era un divorcio, sabía que Viserys tiraría espuma por la boca y Alicent se reiría por años de aquello, pero Laenor servía más vivo que muerto.
Pero también estaba la posibilidad de perder a los Velaryon y entonces todo volvía al mismo punto, Laenor debía de morir y ella debía de tomar decisiones arriesgadas.
—Princesa -una de las doncellas ingreso, ni su madre ni ella tenían damas de compañía, debía de cambiar aquello. —Hora de su baño.
Visenya se encaminó hacia la tina y dejó que la desnudaran. Un plan necesitaba, su madre debía de quedarse en la fortaleza roja y fortalecer su posición y conseguir a sus aliados.
