ONE

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|Bɪʀᴅ Sᴏɴɢ|

EL DIA PASA SORPRENDENTEMENTE RAPIDO, más de lo habitual; y en menos de lo que esperado el sol comienza a ponerse dándole paso a la noche, y la academia Fairview lentamente se quedaba vacía.

Al menos las instalaciones, ya que el auditorio de la escuela estaba lleno en toda su capacidad; las filas de asientos se encontraban ocupadas por alumnos y profesores quienes conversaban entre sus respectivos círculos.

Y más gente estaba llegando.

Detrás del enorme telón de color escarlata, más en específico en la zona de últimos retoques todo era un verdadero torbellino de emociones, miembros del staff iban y venían revisando que todo en el escenario estuviera en orden, otros empujaban percheros cargados de vestimenta y otros más estaban realizando maquillajes; las Aves Liras estaban a minutos de presentarse y dar su última actuación del año y todo era un verdadero caos.

Si el personal encargado de que todo saliera bien estaban nerviosos, en los camerinos todo el ambiente era todavía peor, cargado de gritos de desesperación, frustración y estrés en todo su esplendor. O al menos así era en el camerino de las féminas.

—¡Vamos Cass! —Chilló Gianina evidentemente cansada—. ¡Tienes que entrar en ese vestido!

—¡No puedo! —Lloriqueó la castaña completamente frustrada—. ¡No entro!

—Claro que sí, todo es cosa de meter la barriga. —Insistió la rubia decidida a hacer que su amiga entrara en la prenda dorada.

—¿Cuál barriga envidiosa? —Contraatacó Brooks.

—Pero le dije que no comiera esos brownies con nuez. —Dijo Emily desde su asiento mientras le era aplicado un delineado en sus párpados—. Y ahí va a comer como cerda y ahora no entra en su vestido... que horror.

—¡Cierra la boca, Hilton!

En el camerino del frente, el ambiente era completamente diferente al de las chicas donde se estaba desatando la caja de Pandora. Habían risas, bromas y una ligereza en el aire que lo hacía fresco, relajado, tranquilo y hasta cierto punto, saludable.

Los chicos ocupaban ese camerino y lejos de estar estresados o gritando, charlaban y vocalizaban para calentar sus voces.

—¡Atrápalo, Zane! —Brody lanzó un sombrero de copa y su amigo lo atrapó con la cabeza sin siquiera meter las manos. —¡Genial! Otro tiro perfecto.

Ambos amigos chocaron las palmas en señal de victoria ignorando el tormento emocional que cargaba su capitán.

—¿Todo bien, John? —Un rubio de ojos azules de nombre Dylan se acercó a él—. Luces distraído.

—Es cierto. —Apoyó Tate, un pelirrojo—. Normalmente esta es la parte en que nos dices que nos comportemos o algo así.

El castaño salió rápido de sus pensamientos parpadeando rápidamente antes de volver a la realidad.

—Perdón chicos, —Se disculpó—. ¿Qué decían?

—Oye John, en serio, algo te ocurre. —Habló esa vez Zane, su voz dejaba en claro su preocupación.

—Estoy bien muchachos, gracias por la preocupación. —El capitán sonrió para sus demás chicos. —Comiencen a calentar sus voces.

—Ya lo hicimos. —Dijo James, un castaño de ojos azules, en respuesta Brody le dio un pequeño codazo y lo miró con un toque de reproche.

—Ya escucharon muchachos, vocalicen... —Dijo Zane—. Otra vez.

Los varones se esparcieron por el cuarto dejando a Jonathan en su propia burbuja. O así parecía ya que sus 2 mejores amigos se sentaron cada uno a un lado.

𝗟𝗼𝗻𝗱𝗼𝘆 𝗕𝗼𝘆 | 𝐒𝐞𝐛𝐚𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧 𝐒𝐦𝐲𝐭𝐡𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora