Capítulo Diez - Primera Sesión

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4 de agosto de 1989, 06:05 P.M.

Suspiré, dejando el teléfono en su lugar nuevamente. ¿Por qué no contestaba? Ya era el tercer día en el que llamaba, y había agotado todas las excusas. Fuera de horario no era, así que Inés debía estar en su consultorio. Tampoco podía tener tan mala suerte de siempre llamar en plena sesión, tan yeta no podía ser. Una ira ardiente subió por mi pecho, casi que transformándose en una acidez. La situación era complicada, lo sabía, era algo prohibido, no era estúpido. Pero ninguno de los dos podía negar que había algo allí, algo que se hizo presente la última vez que la ví. Si tan solo se dejara ver, si pudiera sacarse esa careta y dejarme entrar. ¿Realmente era tan terrible? Es algo que puede pasar, uno no puede controlar lo que siente. No es como si lo hubiera hecho apropósito, como si esto la hiciera una mala psicóloga.  Además, Zoca se había ido a Brasil y era la situación perfecta. La llamaba, la invitaba a tomar algo, a comer si quería, y de ahí, lo que ella quiera.  

Ya no me daba culpa conocer a otra persona mientras estaba con Zoca. Antes, aunque fuera algo breve, siempre cargaba con cierto peso en la conciencia, a pesar de haber aclarado varias veces que la relación era abierta. Pero ya no era lo mismo que antes. Ya no sentía lo mismo. Zoca y yo habíamos cambiado y algo entre nosotros también. Ella estaba más distante, pasando mucho tiempo con amigas o simplemente no conmigo, cosa que no me molestaba, hasta que me di cuenta de que se prolongó mucho. No le hice una escena de celos, primero porque no creo tener derecho alguno, y segundo, porque no sentía celos. No podía importarme menos si se estaba viendo con alguien más allá de lo sexual. Ahí caí en que nuestra relación ya no era lo mismo.

Pero lo que me enojaba, era que cuando yo era el que se iba por largos ratos, ella me hacía reclamos. Ninguno de los dos tenía derecho de reclamar nada. Los dos desapareciamos, los dos nos distanciábamos, los dos la cagamos. Yo más quizá, pero por lo menos lo reconozco. Por eso se tomó unas vacaciones en Brasil, para ver a su familia y para pensar las cosas. Ambos necesitábamos tiempo alejados, para pensar en lo que se venía, en lo que queríamos. Bueno, pensar en lo que quería no era un problema. Todo lo que quería era ver a Inés, no solo para hacer el amor, eso era lo de menos. Quería conocerla, quería hablar sin aquella libreta y birome de por medio, sin tener la charla apretada en 45 minutos. 

Pero no podía hacerlo si no me contestaba.

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5 de Agosto de 1989, 06:54 P.M.

"Chau, Agus, nos vemos," Dije, saludando a la mujer con un beso en la mejilla.

"Chau, nos vemos," Me respondió y se fue caminando por la ciudad. 

Cerré la puerta, aliviada, pero con el mismo peso que me estuvo persiguiendo desde aquella sesión con Charly. Ya había tomado cartas en el asunto, ya había llamado, ya lo había derivado. Pero el daño estaba hecho. A todos lados cargaba con la culpa de haber caído tan bajo, de dejarme llevar por mis instintos y deseos antes que por mi pensamiento crítico. Creía que luego de llamar a Zoca y de dejar de atenderlo podría olvidarme y seguir como si nada, que todo sería como antes, pero no. Y lo que más culpa me daba, era que todo esto no evitaba lo que más temía. Quería verlo. Quería saber más de él. Aunque yo ya sabía de todas sus actitudes detestables, de sus contradicciones, y demás rasgos que podrían alejarme, no me importaba. 

Lo peor era cuando me llamaba. El ruido que terminó siendo insoportable retumbando por el consultorio justo en mis ratos libres. Sonaba cuando comía, cuando estaba por irme, e incluso a veces entre sesión y sesión. Lo más fácil era cuando sonaba entre las sesiones, era una ventana pequeña de tiempo, lo ignoraba, y luego volvía a otra sesión, teniendo algo en que enfocarme. Lo más difícil era cuando estaba por irme, en esos días donde no tenía nada para hacer luego de mi trabajo. Miraba el aparato de reojo, preguntándome que tan terrible sería responder, intentando controlar todos mis impulsos irracionales. Y luego, aunque no contestara, me quedaba el resto de la tarde o noche pensando en la llamada, en si era él, y si fuera él, como sería la conversación. Sentía que estaba cayendo en la locura.

Estaba En LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora