Al día siguiente, Evelyn se encaminó con entusiasmo al bosque, ansiosa por volver a ver al fascinante simio de ojos azules. Sin embargo, cuando llegó al claro donde lo había visto anteriormente, se encontró con una escena completamente distinta.
En lugar del solitario simio, Evelyn se topó con una manada de ciervos tranquilamente pastando entre los árboles. Sorprendida, se detuvo en seco, observando con asombro a los elegantes animales.
Mientras contemplaba a los ciervos, Evelyn no se dio cuenta de que había otros visitantes en el bosque. Los simios de la aldea cercana, entre ellos Ash y ojos azules, habían salido de caza y se encontraban acechando a los ciervos, ocultos entre la espesura.
De pronto, uno de los ciervos levantó la cabeza, alerta. Evelyn contuvo la respiración, preguntándose si la habrían descubierto. Para su horror, notó que el ciervo no la miraba a ella, sino que parecía haber detectado la presencia de los simios cazadores.
Sin previo aviso, la manada comenzó a huir despavorida, alejándose a toda prisa. Evelyn observó con impotencia cómo los ciervos desaparecían entre los árboles, temiendo que los simios los persiguieran.
Pero entonces, Evelyn se dio cuenta de que los simios no habían salido tras los ciervos. En su lugar, Ash, ojos azules y otros miembros de la manada surgieron de entre los arbustos, mirando confundidos la estampida que acababan de presenciar.
Evelyn se quedó inmóvil, preguntándose si los simios la habrían visto. ¿Habría puesto involuntariamente en riesgo la cacería de los simios al alertar a los cciervos
Los simios miraron a su alrededor, claramente desorientados por la repentina huida de los ciervos. Ash y ojos azules intercambiaron miradas confusas, mientras otros miembros de la manada comenzaban a olfatear el aire, intentando rastrear la presa perdida.
Evelyn permaneció inmóvil, rezando para pasar desapercibida. Sin embargo, sus rezos fueron en vano, pues uno de los simios más jóvenes la divisó entre los árboles y soltó un sonoro chillido de alarma.
