03. Intensidad

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La dupla estaba de mal humor. Mientras que Sergio tenía que ocultar su embarazo y soportar las críticas de los medios y pseudofanáticos, Max aguantaba las náuseas y las preguntas molestas sobre el esfuerzo de su compañero.

"Si supieran que ese bonito omega está gestando y aun así corre tan magnífica y peligrosamente como lo hace, verían lo patéticos que son. Imbéciles, imbéciles y mil veces más im...", su cabeza se silenció cuando vio entrar a Sergio en la diminuta habitación.

—Hola —Sergio dejó su botella de agua sobre el mueble que había en el pequeño cuarto que la escudería asignaba a cada uno de sus pilotos.

Max se sentó en la orilla de la estrecha cama.

—¿Te sientes mal? Saliste demasiado pronto de las entrevistas —Sergio cerró la puerta detrás suyo, recargándose en ella.

Max bufó al no tenerlo cerca. Abrió los brazos, invitándolo a acercarse.

Sergio sonrió divertido ante la actitud caprichosa de Max; sin embargo, se acercó de inmediato.

Emilian envolvió a Pérez con sus brazos, apoyando su frente contra el abdomen de este último, percibiendo el olor a coco con mayor intensidad. Su embarazo avanzaba.

El embarazo avanza..., reflexionó el neerlandés.

El aroma de Max se amargó sutilmente, pero para una nariz tan aguda como la de Sergio, era fácil percibirlo.

—¿Estás bien? —Tomó el rostro de Max, mirándolo directamente a los ojos.

Las pupilas de Max estaban dilatadas.

—¿Tan mal te sientes? —Sergio se preocupó de inmediato. Con su mano tocó la piel de la frente de Max, buscando alguna señal de fiebre.

Verstappen asintió.

—Mi espalda duele —mintió a medias. Sí, su espalda le incomodaba, pero no lo suficiente como para ser insoportable— Además, el helado que comí estaba horrible. Ni siquiera era uno real, sabía a químico —arrugó la nariz en desagrado.

Sergio soltó una risilla.

—Y Christian me dijo que debo dejar de comer y dejártelo a ti, que eres tú quien espera un hijo y no yo... —bufó— Estoy cerca de alcanzar el límite de peso —confesó, avergonzado.

Sergio se sorprendió.

—¿De verdad? Pero apenas llevamos un mes y... —el mexicano se calló al reflexionar mejor sobre la situación— ¿Has estado comiendo mientras no estoy?

Max se ruborizó.

—Necesitaba probar las crepas —se justificó.

—Maaaax —alargó su nombre, buscando toda la información.

El alfa le sostuvo las manos, intentando rehuir de la mirada inquisitiva del mayor.

—Solo fue un par —dijo.

—Max.

—Seis.

—¡Dios! —se asombró— Eso es demasiado, Emilian.

—No las comí en un solo día, en mi defensa... fue a lo largo de toda la semana —explicó.

—Max, estamos en sábado y hace tres días fuiste por tu primera crepa —señaló, descubriendo su mentira piadosa.

—Dos diarias no hacen daño.

—¡Claro que sí! —regañó. El omega soltó el rostro del alfa mientras se cruzaba de brazos.

Síndrome de CouvadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora