Esta noche comienza un frío noviembre, un 12 de noviembre exactamente.
Era viernes y mi papá se encontraba en la tienda, no muy lejos de mi casa; iba a comprar golosinas para comer con mi mamá y mi hermano.
Somos una buena familia; nadie se pelea. Éramos más, sin embargo, mi hermano murió hace 3 años por una extraña enfermedad sin cura. Al menos eso decían los doctores, pero una bruja que se paseaba vagabunda por las calles dijo que eso no era una enfermedad. Mi papá siguió su camino: “Ahora no, amable señora, tal vez otro día pueda darle algo de dinero”.
Me intrigó lo que dijo... ¿Y si mi hermano tenía una maldición? Pero mi papá, agarrándole la mano a mi hermano, siguió su camino.
Al final sucedió lo inevitable. Mi hermano se lo llevó la muerte, como el viento lleva unas cuantas hojas de un árbol.
La enfermedad, si es que se le puede llamar así, que padecía mi hermano consistía en un pudrimiento de la piel. De un día a otro lo encontré en la cochera, mirando hacia afuera. “¿Qué haces ahí?” pregunté. Lentamente, volteó su cabeza y me miró con sus ojos. Recuerdo que en sus ojos podía ver una mirada inexpresiva; sentí miedo... sentía que un fantasma me estaba viendo desde sus ojos. Pero al dar vuelta a mis ojos un poco más abajo... algo faltaba. Traté de no gritar, iba a despertar a mis vecinos, pues era la hora en que los gallos preparan su voz para cantarle al sol.
Me quedé asustado, en shock; el brazo de mi hermano ya no estaba. Viendo el piso, encontré el brazo de mi hermano tirado, como si fuera un simple objeto que una persona puede soltar sin sentir dolor. Mi hermano me seguía viendo con esa cara de muerto. El brazo de mi hermano estaba tirado en el piso, pero no le salía sangre; de donde deberían salir lágrimas de sangre en su brazo desprendido, parecía que se había curado, pero estaba podrido. Parecía que lo podrido del brazo de mi hermano selló la herida y el agujero que le quedó de donde debería estar el brazo. Mis padres se dieron cuenta; desde ese día, cada vez fue peor. Desde ese día, mi hermano actuaba como algo sin alma, con la misma mirada de fantasma y palidez de un muerto. De su boca parecían salir unos ojos de un espíritu que lo controlaba, pues su boca siempre estaba abierta en forma de “o”.
Poco a poco, las extremidades se le iban desprendiendo, hasta llegar a la cabeza. Por fin había muerto ese cuerpo sin alma.
Este hecho nos traumatizó a todos en la familia. No lo enterramos, ya que las partes de su cuerpo se descomponían demasiado rápido. Mantuvimos este hecho en secreto; las demás personas sabían que mi hermano había muerto, sin embargo, no sabían la cruel forma en que se fue.
Volviendo al 12 de noviembre de este año. ¿Por qué les cuento esto? No sé, estoy recordando momentos del pasado mientras bebo una Fanta sentado en la mesa del comedor, mientras veo a mi mamá jugando con mi hermano que nació justo meses después de que mi hermano falleció. Llamemos a este nuevo miembro de la familia "experimento no. 2"; ese no es su verdadero nombre, pero bueno...
—¿Por qué se me vino ese recuerdo tan horrible? —mencioné en mi mente mientras bebía la Fanta. Creo que lo recordé por la herida que tiene mi mamá. Tuvo un accidente en moto hace no mucho. El costado izquierdo de su cuello tenía una herida enorme, casi mortal. No sé cómo sigue viva de semejante herida; los médicos le dijeron que mientras no mueva el cuello, todo iba a estar bien. —Idiotas, debieron haberla internado; si tiene esa herida al exterior, podría pasar algo peor, incluso podría matarla —decía en mi mente mientras bajaba el vaso y seguía viendo a mi mamá jugar con mi hermano "experimento no. 2". Mi hermano estaba llorando, haciendo berrinche, pataleando y moviendo mucho los brazos mientras mi mamá le decía que se calmara.
Seguía en la misma escena de mi mamá calmando a mi hermano, pero de repente escuché los pasos de mi papá acercarse a la puerta. Ya había llegado con la comida, pero volví a ver a mi mamá y... antes de que mi papá abriera la puerta para entrar, mi hermano, en una de sus movidas de brazo, metió la mano en la herida de mi mamá. Un fuerte grito se escuchó; mi hermano se asustó y trató de sacar el brazo lo más rápido posible, pero en lo que lo sacó, la cabeza de mi mamá se desprendió de su cuerpo. No lo podía creer; mi mamá había muerto y por culpa de mi hermano. Mi papá abrió la puerta y encontró el desastre: la cabeza de mi mamá en el piso y sangre por todos lados, mi hermano en los brazos de un muerto y a mis ojos perturbados...
—¡Mi amor! —gritó mi papá a unos oídos que ya no podían escuchar. Con lágrimas en los ojos, se puso de rodillas en el suelo en una pose de derrota.
Más tarde, por ahí de las 7 de la noche, estaba en mi cuarto. De la nada, comencé a escuchar martillazos afuera de la casa; no le di importancia, pero la curiosidad es lo que nos dirige a los rincones más oscuros de la vida. Por fin, del aburrimiento, me asomé. Encontré a mi papá haciendo una cruz con madera y unos clavos, seguro para poner en la tumba de mi mamá ya muerta. La cruz tenía puesta una blusa blanca que era de ella, pero algo extraño tenía esa cruz. Sobre la punta de la cruz vi algo que me dejó frío: el cuerpo de mi mamá estaba al lado de la cruz y la cabeza estaba puesta sobre la punta de la cruz, como si la cruz tuviera cabeza. Mi papá se había vuelto loco.
Algo me pareció extraño; si el cuerpo y la cabeza no estaban bajo la tierra, ¿qué había enterrado? Recordé que no había visto a mi hermano. Había salido con mi papá, supuestamente, pero no lo vi por ningún lado. Tuve miedo; pensé en escapar de allí, de verdad, mi papá se había vuelto loco.
No podía dormirme; estaba en mi cuarto, cobijado, con la ventana abierta. El frío viento soplaba tan fuerte que no podía cerrarla. El frío y la luz de la luna me dejaron de incomodar hasta que escuché los pasos de mi papá caminar hacia mi cuarto. Mi preocupación pasó a sentarse en lo que me haría. Finalmente, sus pasos se detuvieron frente a mi cuarto; poco a poco abrió la puerta y se asomó con una cara de felicidad, pero sus ojos... sus malditos ojos tenían la misma expresión que tenía mi hermano al morir, la misma expresión fantasmal y moribunda. Solo 3 palabras fueron capaces de aterrorizarme y perturbarme por el resto de mi vida.
—Buenas noches, hijo.
Me hice el dormido y por fin se fue. Una hora después, agarré el valor de irme de la casa para siempre, pero necesitaba plata. Tenía la esperanza de que mi papá estuviera dormido para poder robársela, y al entrar a su cuarto era más que obvio que estaba dormido. Al entrar a su cuarto vi la cabeza de mi papá sobre una cruz y el cuerpo en el piso del cuarto, lleno de sangre; había muerto y se encontraba igual que mi mamá.
Agarré la plata y me fui, demasiado asustado como para poder simplemente irme caminando. Con lágrimas en los ojos, llamé a mi novia, pero no contestaba; era raro, pues siempre contestaba a medianoche. Tal vez había decidido dormir temprano. Iba a ir a su casa a despertarla y contarle todo con esperanzas de poder vivir con ella en lo que encontraba dónde vivir. Pero al llegar a su casa vi algo horrible: el mismo destino que tuvieron mi papá y mi mamá lo había tenido mi novia y su familia.
Estaba muy confundido.
Escuché a alguien decir mi nombre detrás mío; voltee y, frente a la casa de mi novia, había una chica flaca, blanca, de camisa totalmente negra y enagua larga y gris, pero el viento hacía que su pelo le tapara la cara.
—Victor —volvió a decir con una voz suave y amorosa.
El viento se comenzó a suavizar y su cara era destapada poco a poco; aquella chica era la bruja que afirmó que lo que tenía mi hermano no era una enfermedad.
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Maldito Pueblo
HorrorPoco a poco un pequeño pueblo sucumbe junto a sus habitantes y pueblos vecinos a una extraña maldición, que los consume con el paso del tiempo