El pistilo

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Parecía el fin de todos, en la ciudad cada vez había más casos iguales en donde la gente se suicidaba poniendo sus cabezas sobre cruces, parecía que la gente no era la que decidía suicidarse sino que algo los obligaba a hacerlo. Por suerte, este virus o maldición no llegó más allá de 3 pueblos vecinos. No me he vuelto a encontrar con la señora que había dicho que lo que tenía mi hermano no era una enfermedad; sin embargo, su cara me sigue aterrorizando en las pesadillas.

Escuchaba las noticias por la radio de un carro abandonado pero que aún funcionaba.

Unos mineros decidieron explorar una cueva del pueblo y se transmitía en vivo la exploración. No tenía nada mejor que hacer más que escuchar la radio yo y las pocas personas que quedaron vivas en el pueblo.

En la radio no se escuchaba nada más que las personas relatando cuánto se habían adentrado en la cueva y los animales que se encontraban, y cómo hablaban de una luz blanca que se veía al final de la cueva. Pero algo extraño pasaba, por más que caminaban, no parecían acercarse a esa luz. Ya habían pasado 5 horas y aún la luz se veía a la misma distancia que se veía hace 5 horas. Otro día seguirán investigando, ya era hora de salir de esa cueva. Pero después de 5 horas, por más que caminaron, parecía que la salida de la cueva estaba a la misma distancia y lejanía a la que se veía hace 5 horas. Esa cueva tenía algo raro, por más que uno caminara, parecía que uno no se movía. Apagué la radio para irme a dormir.

Al día siguiente me percaté de que los mineros aún no habían salido de esa cueva. Habían mandado un equipo de búsqueda. Después de 14 horas no se supo nada del equipo de búsqueda ni de los mineros. Se dice que los mineros tenían comida y agua, por lo que podrían sobrevivir más tiempo.

Más tarde escuché a una amiga hablar sobre lo que sucedió anoche mientras dormía con los mineros. Ella se había quedado despierta y escuchó los gritos de los mineros antes del silencio que había ahora en la radio. Esto le intrigó y decidió ir a buscarlos. La acompañé para que no fuera sola. Apenas entramos a la cueva, pudimos ver esa luz que tanto mencionaban los mineros. Caminando después de unos 20 minutos, podíamos escuchar nuestros pasos en el eco de la cueva. La cueva también tenía paredes con flores, muchas flores, flores que tenían expresión de miedo aunque sean flores. Me pareció interesante. Horas después, nos dimos cuenta de que la salida y la luz parecían estar a la misma distancia de nosotros desde hace 2 horas, como si no nos hubiéramos movido, pero seguimos caminando, aunque yo no quería. Mi amiga seguía caminando mientras me decía que se sentía mareada. Yo también me estaba mareando bastante.

Caminando, mi amiga pisó lodo. "¡Qué asco!", dijo. Cuando trató de levantar el pie, no podía, por más fuerza que hacía. Su pie, en vez de levantarse, se hundía cada vez más. Cuando tenía toda su pierna hundida y la otra pierna comenzaba a hundirse, escuchamos una voz baja y moribunda que decía "Ayuda". Volteamos a ver, pensando que eran los mineros, pero no había nadie. Pero ambos sentimos que una de las flores que estaban en la pared nos estaba mirando fijamente. Exclamó "¡Ayuda!" otra vez, y vimos cómo los pétalos de la flor se movían como si tuviera boca. "Sáquenme de aquí", dijo la flor.

Ambos nos quedamos asustados, pero el susto se nos fue cuando ya no solo era el lodo el que se tragaba a mi amiga. Cuando el lodo la cubría hasta el pecho, la pared de la cueva se la empezó a comer, y mi amiga se estaba fusionando con la pared mientras gritaba, hasta que la cueva se la tragó por completo. Después de eso, una flor con expresión de miedo salió de donde mi amiga había desaparecido. "Ahora serás una de nosotras", dijeron las demás flores, mirándome a mí. Cuando las raíces que salían de la pared de la cueva me comenzaban a perseguir, corrí hasta donde estaba la luz. Después de correr, llegué hasta donde estaba esa luz y encontré una puerta a un lugar que no conocía. Cuando estaba a punto de entrar a aquella puerta, un suave viento que venía detrás de mí sacudió mi pelo, y cuando volteé, la salida de la cueva estaba frente a mí. No entendía nada, pero salí de la cueva y escapé de ese lugar tan raro y macabro.

Aquella puerta que se encontraba dentro de la cueva me dio una sensación, la misma sensación que sentí cuando aquella mujer se había posado detrás de mí, diciendo mi nombre. Aquí fue donde entendí que la maldición no había acabado y era más grande de lo que había pensado.

Maldito PuebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora