La muralla

5 0 0
                                    

Creo que era innegable que debía escapar, estaba decidido a no poder esperar respuestas, de igual manera no podía hacerlo solo... es egoísta pero, si voy solo es posible que muera, necesito alguien más... tal vez me esté volviendo loco. Fui a visitar a un amigo que seguía vivo, Maikel, acordamos en escapar pero sería difícil teniendo en cuenta que los 3 pueblos vecinos estaban en las mismas condiciones, aunque algo me hace creer que el epicentro de toda esta maldición es la puerta en la cueva, las muertes, las cruces y las flores, todos esos son hechos completamente inexplicables pero no me sentí tan desorientado como frente a esa puerta. Hace 6 meses o más que mi hermano murió por este caso, ya no cuento los días, además hasta el mismo cielo a veces parece estar poseído también, como si tuviera vida y conciencia propia.

Entre un camino lleno de cruces con cabezas, un olor a rosas y un cielo completamente amarillo nos dirigimos a la calle de salida, era la calle por la que la gente entra y sale del pueblo, poco a poco nos sentíamos menos pesados, más ligeros, como si la maldición se desvaneciera. Pero cuando llegamos al final vimos una pared enorme, gigante, no parecía tener final y no sabíamos qué tan gruesa era, y parecía hecha de tierra compacta. Al ver alrededor, dedujimos que la pared no tenía final y que estaba rodeando al pueblo. Aún si salíamos del pueblo, todavía el pueblo vecino estaría afectado por la maldición, pero ¿qué haríamos si ni siquiera podíamos salir de nuestro pueblo?

Nos quedamos pensando y con el tiempo y el silencio podíamos escuchar algo dentro de las paredes, como insectos y brisas de viento, silbidos quizás. Vi en la pared y había un agujero diminuto, pero por alguna razón algo hacía que el viento entrara por el hueco como si succionara las cosas. Estaba anocheciendo y el cielo se tornaba morado y naranja, sabíamos que no podíamos quedarnos ahí, pero volver se sentía como contagiarse por una enfermedad. "Jamás volvería", dije temblando de frío. En eso, alguien pareció escucharme, un hombre adulto con casco, linterna y un cinturón de herramientas, un minero. Él se acercó y se presentó, y efectivamente era un minero. Tal vez había logrado escapar y se ocultó. Le explicamos lo que sucedió y él dice que lleva investigando lo mismo. Al parecer, la pared rodea todo el pueblo, pero tal vez haya una probabilidad de salir por abajo de la tierra. No teníamos de otra, estábamos decididos a salir. Nos llevó hasta una pequeña cueva cerca de la pared. Dudé en entrar, recordé lo que sucedió dentro de la cueva donde se encontraba la puerta. Aunque si la tierra también está poseída, aquí afuera también estoy en peligro. Es imposible saber qué seguirá en la maldición, es como un plan enorme, pero no sabemos quién o qué lo hace ni para qué, y empiezo a creer que esto ni siquiera es obra de un ser que nosotros podamos dimensionar.

Estábamos y estaba normal, estaba iluminado, eso nos daba algo de seguridad, y caminamos y excavamos durante 3 horas, aunque el sonido de silbidos y de insectos caminando dentro de la tierra me seguía estremeciendo. No podía dejar de pensar en eso. Si supiera lo que mis ojos verían después...¡AHHHHHH! Un grito que parecería desgarrar cualquier garganta salió de nuestras bocas, no una ni dos, fueron muchos gritos. Gritamos sin querer aceptar lo que acabábamos de ver. Con los ojos bien abiertos y agarrándonos del suelo, veíamos lo que debía ser la tierra que estaría debajo de la enorme pared. Cuando llegamos a ese punto, creímos que pasaríamos sin gran problema por debajo, en cambio, lo que vimos... lo que vimos fue algo horrible: eran cuerpos, cuerpos de personas amontonadas. Los cuerpos que no cabían se desfiguraban, quebrando sus huesos y aplastando músculos para caber en la extensa pared de cuerpos. Al parecer, esos hormigueos que escuché dentro de la pared eran huesos rotos y personas moviéndose para acurrucarse todos entre sí dentro de la gran pared. Era algo aterrador ver cómo no dejaban ni un solo espacio vacío, todos esos cuerpos, algunos de gente viva, otros tan mal físicamente que parecían zombies y otros ya muertos. Aterrados, corrimos de ahí y salimos, recostándonos en el suelo de la superficie. Ya no podía ver la pared de la misma manera, pero volver al pueblo me aterraba aún más. No sabía qué hacer, en cualquier lugar me sentía en peligro. No podía aceptar la idea de no poder escapar. Si no se podía pasar por abajo, tal vez se podría escalar, aunque ¿cuando llegue arriba qué? No me importa.

Antes de poder tomar una decisión, el minero se acercó al hueco que tenía la pared a escuchar el silbido del viento. No sé qué hacía, pero de repente, el viento que entraba por el hueco comenzó a soplar de una manera increíblemente fuerte. El minero se quedó atorado en el diminuto hueco, que apenas era del tamaño de una moneda, por la presión del aire. El hueco succionaba su mejilla, pero la succión era tanta que no podía despegarse. En medio del estrés, nos quedamos inmóviles hasta que lo agarramos para tratar de quitarlo de ahí, pero el viento comenzó a ser tan fuerte que escuchamos un crack... y luego un silencio... para luego ver cómo el cráneo del minero se despedazaba, haciendo más flexible su cabeza, entrando por el diminuto agujero. Luego, su cuerpo entero se destruyó, tomando una posición imposible para cualquiera. Sus huesos ya no eran más que polvo, y como un pulpo, el cuerpo entero entró dentro del hueco hasta que la tierra del suelo también fue absorbida, tapando el diminuto hueco.

Maldito PuebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora