💎 Capítulo 5

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Debía concentrarse en otra cosa que no fuera su hermana mayor, las joyas y en Marker. Su vida amorosa no era importante como otras cosas.

Limpio sus lágrimas con sus dedos furiosamente.

No debía pensar más en el Duque cuando él ya había tomado una decisión hace muchos años. Luella no debía continuar aferrada a un amor no correspondido.

Vivía en Arbezela, nadie se enamoraba genuinamente. Todos en el Imperio deben verse físicamente lo mejor que puedan porque es en lo primero que se fijan y actúan como perros en celo. Luella era hermosa por supuesto, pero su belleza no era tan impactante como la de Ariana. Estaba por detrás de Ariana, y cuando su hermana mayor rechazaba a pretendientes, esos mismos pretendientes se iban con Luella, siendo ella el premio de consolación. Si tenía pretendientes verdaderos ellos la cambiarán en cuando vieran la belleza deslumbrante de Ariana.

El Príncipe Edward a quien Ariana había dicho que sería su sexta joya caería a sus pies. Efrit siendo igual un Príncipe y ninguna mujer lograba atraerlo, se arrodillo ante Ariana con tan solo poner sus ojos en ella.

Miro a su alrededor y frunció el seño, llegó a la zona más pobre de Arbezela ¿No se suponía que su Padre había invertido suficiente dinero para erradicar la gran parte de la pobreza en Arbezela? Muchos dirían que el Emperador Jaider jamás dio ese dinero para ayudar a las personas. La alta sociedad y los funcionarios hicieron de las suyas y robaron dinero. La Emperatriz Roserice apenas podía identificar a las personas que cometían robos en el Imperio.

Lo más difícil de gobernar, es eliminar por completo la corrupción.

—Si fuera Emperatriz yo...

Guarda silencio abruptamente por lo que acaba de decir ¿Ser Emperatriz? Niega con la cabeza para sacarse esa idea de la cabeza. Ariana ya tenía asegurado el trono, no valía la pena pelear cuando su hermana mayor ya lo poseía en sus manos por ser la favorita de su Padre.

Quería entrar en la lucha por el puesto de ser la Primera Emperatriz de Arbezela ¿Pero como? Los altos funcionarios del Parlamento por más que asumieran que es más apta para gobernar no se lo permitirían solo por ser mujer. Por esa misma razón Ariana tuvo que buscar influencia desde afuera tanto del Imperio y mediante su belleza.

—¡Estúpidos hijos de perra!—farfullo apretando la mandíbula.

Inhala y exhala varias veces para tranquilizarse. Camina unos centímetros más y una mujer se encontraba en el suelo pidiendo limosna con un bebé en brazos. Se veía demacrada y delgada como si no hubiera comido en semanas o meses. La mirada de Luella se suavizó y se acercó a aquella mujer. Saco de su bolsillo unas 12 monedas de oro y se las dio. De haber sabido, Luella se hubiera traído más dinero.

—Tome, será suficiente para comprar comida por algunas semanas.—sonríe amablemente.

La mujer abrió los ojos sorprendida al ver las monedas, unas cuantas lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—Se lo agradezco mucho señorita.—junto sus manos y hace pequeñas reverencias de agradecimiento.

Luella la levanto del suelo para impedir que siguiera arrodillándose, solo fue un poco caritativa. Algo tan básico que cualquier humano debe tener. Al levantarla junto a su bebé, la mujer se fue del sentido contrario. Debía haber una forma adecuada para subir la economía de este lado de Arbezela.

—¡Destruyan todo!

Un hombre de tez blanca y cabello rojo grito agresivamente. Llevaba un traje negro con un pañuelo rojo alrededor de su cuello. Unos seis hombres más que venían con él aparecieron y empezaron a destruir varios puestos del mercado, las personas cercanas comenzaron a gritar y correr despavoridas. Luella tuvo que hacerse aún lado debido a la violencia que presenciaba.

Destruir a las joyasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora