Una Marca

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En medio del éxtasis, el zorro soltó un gemido, lo que motivó a la hiena a seguir con sus movimientos. La habitación no permitía mucha luz, pero no lo necesitaban, la conocían de memoria. 

Estando encima del zorro, la hiena en un momento no pudo controlarse, llendo directo al cuello con una mordida no muy fuerte y empujando más, haciendo sacar una pequeña lágrima al zorro. Éste último seguía susurrando "Bruno, Bruno"

No tardaron más de diez minutos, aunque estaban acostumbrados a más. La hiena cepillaba su pelaje frente al espejo, con el zorro sentado al borde de la cama observando su cuello, ambos aún sin ninguna prenda puesta.

—¿Y eso qué fue?— preguntó él poniendo rojo al otro.

—Tú me provocaste, que te quede claro—. Se acercó a él.

—Eso dejará una marca

—Bien, debo dejarles claro de quién eres—. Aunque lo dijo en tono de burla, hizo al zorro entrecerrar las cejas. Le empujó a la cama y se recosto a su lado— Es un chiste, Jeffrey. Hoy estuviste motivado, me dejaste especialmente seco.

Jeffrey dio una risa nerviosa, en lo que sentía cómo la mano de la hiena le acariciaba el vientre, suviendo poco a poco hasta su pecho y mejilla. Le dejo claro la intención de besarlo que tenía, pero Jeffrey se negaba a dársela. La hiena una vez más se puso encima de él, poniendo sus manos en la cama.

—No, no podría con otra ronda— dijo el zorro mirando a otro lado.

—Lo sé, sólo quería mirar tus ojos...— La hiena le dio una dulce sonrisa. Jeffrey limpió su garganta, recordándole—... Oh, cierto. ¿Qué es esto que hay aquí atras?— la hiena puso su mano encima de la oreja de Jeffrey, haciendo aparecer un manojo de billetes. El zorro los tomó girando los ojos y respondiéndole con otra sonrisa. La hiena entonces se levantó y se vistió con una bata. Jeffrey observó el dinero y dio un suspiro, cerrándo los ojos y pensando en ella.

En la silenciosa sala principal, Jeffrey se dirigió al estante donde se quedó observando a las hormigas caminando en su caja de cristal. Detrás de él pasó la hiena poniéndose el saco hacia la puerta.

—¿Te vaz allá?— preguntó Jeffrey.

—Tengo que asegurarme de que Max no esté causando problemas. 

—¿No necesitan más gente?— se volteó y se dirigió hacia él— podría ayudar de otras formas además de... esto.

—No lo sé, chico, no sé si sea un lugar para ti. 

Jeffrey cruzó los brazos y giró los ojos. Llevaba semanas insistiendo en que le contratara en su red, aunque sabía el peligro que conllevava, ya le estaba comensando a cansar el trato que hacían cada mes en su cama.

—Mira— la hiena abrió la puerta—, pensaré en algo, ¿Sí?...— tomó la mano de Jeffrey y le sonrió—Yo te... ¿Te llevo a casa?

El zorro negó con la cabeza y juntos salieron, a lo que la hiena se subió a su porche gris, se despidió y se fue de allí. Jeffrey se puso en la cera para caminar a casa, sacando su celular con la intención de escuchar algo de música. Sintió una presión en su pecho cuando la pantalla se encendió, mostrando esa foto en su fondo: Él, abrazándo a esa Cheetah.

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