Un Mal Velorio

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Era un otoño algo fresco, tirando más a frío, tanto así que los sacos y vestidos largos que llevaban los animales no bastaba para cubrirse, pero tenían que llevarlos, era un evento formal. Jeffrey estaba sentado a lo lejos de la mutitud, observando la ventana con su camisa negra. No le sorprendía la cantidad de gente que había, pues el difunto era una persona importante: El jefe del edificio; siendo así la mayoría de invitados sus trabajadores, como amigos cercanos, y claramente sus dos hijas y esposa justo en frente. 

El zorro suspiró, no sabía cómo sentirse al respecto. Lo conoció varias veces en vida, su suegro, pero jamás hubo buena química entre ellos. Aunque nunca lo dijo, Jeffrey y Chelsey sabían que prefería tener un yerno felino, así como el ex de su hija que estaba entre los invitados.

A su lado un viejo amigo apareció, vestido con una camiseta negra y un pantalón oscuro, el oso hormiguero tomó un sorvo de café.

—Lindo día, ¿eh?— dijo éste.

—Bastante... ¿Qué haces aquí, Hugo? ¿No tienes una consulta que dar ahora?—. Jeffrey no quería recalcar que no conocía al difunto y tampoco era tan cercano a Chelsey.

—Me gustan los velorios, ver cómo rinden tributo a un muerto me parece de buen gusto.

—Eres raro—. Se recargó en la meza y miró entre la gente a Chelsey, que mantenía una mirada baja pero no soltaba ni una lágrima—. Ha estado callada todo el día. Hace poco discutimos, cuando me hiba a disculpar su madre le llamó para decirle esto, creo que tendré que esperar.

—Estoy seguro de que esto habrá opacado su pelea.

Chelsey tomó del hombro a su hermana, una cheetah más alta, la cual tampoco mostraba lágrimas. Ambas se miraron, y sin decirse una palabra, sintieron exactamente lo que la otra sentía. A diferencia de ellas, su madre sí que no pudo contenerse, dejando pañuelo tras pañuelo con maquillaje mojado. Los animales al rededor se comenzaron a sentar, mientras un lobo acomodaba el podio con un micrófono. Se puso frente a él y comenzó su discurso.

—Bueno, creo que hablo por todos cuando digo este día marcara un cambio importante para todos nosotros. Cuando inicié en esta compañía yo realmente estaba agobiado, y pensé en tirar la toalla al tercer día. No fue hasta que Cheick se me acercó para motivarme a seguir intentando, siempre mostraba su apoyo a quienes lo necesitaban, pocos animales quedan como él y por eso me apena tanto que nos lo hayan arrebatado.

La audiencia inclinó su cabeza mientras el lobo bajaba y se subía una Cheetah, nadie más que la viuda.

—Cheick fue todo un personaje en mi vida. Era gentil, empático, de lo que no se ve hoy en día. Yo... cuando nos conocimos en ese bar "La casa de Xochitl", se me acercó con un mojito, no pude evitar notar en el algo especial, no sé si fue su ropa, su voz, pero jamás dudé que no era un animal, era el animal, creo que fue en el 2092. Pasamos cinco años antes de que tomaramos la decición más importante— observó a Chelsey, y con un sutil gesto le invitó a pasar. Ella observó a Jeffrey a lo lejos, él le levantó los hombros sin saber a qué proceder. Ella entonces pasó en frente, limpió su garganta y comenzó:

—Mi papá es... mi papá era... mi... No, no soy buena con los discursos. Supongo que lo saqué de él, tampoco fue el mejor en ello. En realidad no era bueno en muchas cosas, pero sabía encontrar la manera, creo que eso le llevó a donde está ahora— dijo refiriéndose a su puesto, pero le tomó dos segundos pensar en lo irónico que sonó— Creo que sólo repetiría lo que ya oyeron. Cheick fue lo que podemos decir como un buen animal... O bueno

Observó a ver a su hermana, que sólo observaba a otro lado indiferente.

—Oh, no— susurró Jeffrey anticipando lo que iba a venir.

—Era algo paranóico en cuanto a mucho, veía a todo y a todos como posibles rivales que le quitaran su puesto, inclusive a mi mamá y a mí. Y viniendo desde abajo no me sorprendía que fuera tan cauteloso con su dinero, pero llegaba a varios extremos con tal de mantener su presiada cartera llena, Dios, 25 cumpleaños y ni una tarjeta, ¿De verdad? ¡Pero qué digo! si su regalo casi casi era poder verlo más de dos horas en un día, tanta fortuna y no podía hacer más que encerrarse en su oficina ¿para qué necesitaba tanto? No nos daba lujos que digamos, parecía que sólo iba a trabajar para alejarse de nosotras, y si no es así así nos lo hacía sentir.

—Chelsey, para— olló decir a su madre en voz baja, mientras su hermana le observava, dándole la razón con la cara.

—Y no estaba presente, pero claro, consigo a alguien y el Cheetah no lo aprueva, sólo aprueva al gato que creí haber dicho que no lo quería aquí— observó al gato negro con saco entre los invitados, atralléndole las miradas. Éste cruzó los brazos frunciendo el seño— Fue tan descarado para olvidarnos y aún así querer controlar nuestras vidas. ¡¿Valió la pena, papá?! ¡¿Valió la pena dejarnos a Chloé y a mí sin padre sólo para mantener tu cuenta llena?! Dónde está ese dinero ahora, ¿Eh? ¿De qué te sirve ahora? Bueno, Cheick, si no te importé en vida no sé por qué tú deverías importarme ahora— Chlelsey se fue de allí con pasos rápidos, a lo que las dos Cheetas fueron tras ella, su madre con un gesto de angustia y su hermana con una pequeña sonrisa maliciosa.

Hugo observó a Jeffrey, estupefacto.

—¿Qué fue eso?— preguntó el oso.

—Un mal velorio, eso es lo que fue

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