Capítulo 24: Sueño destrozado

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Sebastián

Ha pasado poco más de una semana desde que Charlotte abandonó mi apartamento. Terminé la preparatoría hace unos cuantos días, y es hora de afrontar lo que he retrasado desde hace meses.
Extraño su presencia cuando mi hogar está en completo silencio. No se nada de ella desde aquella pequeña disputa, y en verdad temo que haya vuelto con sus padres. Mateo ha salido del país, y eso me duele un poco, porque no podré despedirme de él, antes de partir.
Entré por la puerta de entrada de casa de mis padres, decidido a hacer lo que tengo en mente. Se donde se encuentran, así que no necesito buscarlos. Me dirijo a la enorme sala bien iluminada y entró sin hacer el más mínimo ruido. Me quedé parado a unos cuantos pasos de la entrada, y fue mi madre la primera en romper el silencio.

–¡Liam! Qué alegría verte.- sonrió con dulzura.

Le devolví la sonrisa. Examiné el lugar. Mi madre está sentada en el sillón más largo, de un color beige muy claro. Sostiene un libro entre sus manos, que ha cerrado previamente. Mi padre está sentado a un lado, en un sillón individual de un color beige más fuerte. Tiene papeles acumulados sobre una pequeña mesita de madera a un lado suyo, y sostiene unos cuantos. No me presta atención, sigue ocupado en lo suyo, como siempre.

–Quiero hablar con ambos.- exigí.

Mi madre no me quito la mirada de encima, mientras que mi padre dejó los papeles en un montón de hojas y tomó otras cuantas.

–Habla.- dijo mi padre, prestando atención a los papeles en sus manos.

Suspiré. Me tomé el tiempo necesario para procesar y acomodar mis ideas. Tengo que tener cuidado con mi padre. No quiero discutir hoy. Estoy a tan solo cinco días de irme.

–Tengo beca para ir a estudiar a Europa.- dije con sequedad, manteniendo la voz lo más firme posible.

–¿Estudiar que?- la voz de mi padre hizo eco en el lugar.

Mi madre bajó la vista hacia sus dedos, con los cuales juguetea.

–Gastronomía.

Mi padre dejó los papeles a un lado y su mirada fue directo a mí. Penetradora e imponente.

–Que perdida de tiempo.- se cruzó de brazos.

Fruncí el ceño, molesto por su comentario tan innecesario.

–Me voy en cinco días.- alcé la voz. No dejaré que me intimide.

–No. No irás. No perderas tu tiempo en una estupidez.- enfatizó.

Dí unos cuantos pasos hacia él, aun manteniendo una gran distancia. Noté a mi madre algo ofendida, pues ella se especializó en esa carrera. Gracias a ella es que descubrí el amor que le tengo a la cocina, y no dejaré que él me niegue eso.

–Mamá es cheff. No es una pérdida de tiempo.- los músculos de mis hombros se tensaron.

Mi padre soltó un sonido, simulando una risa seca. Se masajeó la sien y volvió a mirarme, esta vez con incredulidad e irritación.

–¿Has visto cómo acabó tu madre? Es una completa mantenida. No pierdas tu tiempo en estupideces.- Se levantó de su asiento y caminó hasta mí, totalmente imponente.- Buscate algo mejor que hacer. Se como tu hermano Alexssander.- sonrió con amargura.

Comencé a sentirme pequeño. Como mis esperanzas se disminuían con el pasar del tiempo. Estoy solo en esta batalla, y no espero que nadie pelee por mí. Recordé mi tatuaje, el porque me lo hice, lo que me hace sentir y el por qué. Inició como una forma para tapar mis cicatrices de los golpes de mi padre, poco a poco se fue convirtiendo en todo el odio y rencor que le tengo al ser parado frente a mí. Todo ese odio me da el valor que ninguno de mis hermanos tiene para hacerle frente.

–No pregunte lo que debo hacer. Afirme lo que voy a hacer.-Levanté la barbilla y apreté mis puños a mis costados, esperando lo peor.

Mi padre elevó ambas cejas y me miró algo sorprendido. Al igual que yo, apretó sus puños a su costado, las venas de su cuello y frente comenzaron a resaltarse, y sus ojos mostraban el infierno.

–Eres una desgracia. Tus hermanos son prestigiosos, mientras que tu eres un vil mediocre.- gritó molesto.

Le dí la espalda y me alejé de él, dirigiéndome hacia la puerta.

–No me des la espalda ¡Mírame imbécil!

Al llegar al marco de la puerta, me giré hacia mi padre, solté un suspiro y lo miré directo a los ojos. No pienso ser como él, no caeré en su juego.

–Espero no volver a ver tu asqueroso rostro. No eres mi padre y nunca lo fuiste. Que tenga tu sangre no te hace mi padre.

Me dí la vuelta y salí a toda prisa de la casa, antes de que mi padre decida golpearme. Me subí a mi motocicleta y me dirigí hacia mi apartamento.

No me quedaré más aquí, no tengo razón para seguir aquí. Al llegar a mi apartamento, le mande mensaje a mis hermanos, avisando que partiría a más tardar, mañana en la noche. Busqué su contacto, me metí en el chat, pero mis dedos no se movieron. Miré el teclado por un buen rato, esperando cualquier cosa, esperando tener la valentía de hablarle.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que porfin tuve el valor de escribirle un simple mensaje:

<<Me iré mañana a Europa. Cuidate.>>

Comencé a hacer mis maletas, arreglar papeles y buscar una opción viable para llevar todas mis cosas hasta el otro lado del mundo. 

Lo imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora