Epílogo

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Charlotte

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Charlotte

Al cerrar la puerta de mi cafetería con llave, caminé por la banqueta, lista para volver a casa.
Después de graduarme de la preparatoria, logré entrar a una universidad en otro estado.Me alejé por completo de mis padres. No he sabido nada de ellos hace unos cuantos años, y eso me trae mucha tranquilidad. Al cumplir los veinticinco, logré abrir la cafetería de mis sueños, esa que siempre había soñado: pequeña, rústica y con muchos libros.

Al llegar a la puerta de mi departamento, encontré una pequeña cajita al pie de la puerta.
Durante dos años, cada día al volver a casa, encontraba la misma caja, y cada una de ellas siempre contiene una pequeña mariposa de papel. Nunca se repite el color, o al menos trata de no hacerlo.

En mi cumpleaños, recibí una pequeña mariposa morada, y fue donde me dí cuenta que el único que podía hacer esto, era él. Hacía casi seis años que no sabía de él, pero un día, al volver a casa, encontré la pequeña caja con una mariposa blanca dentro.
Dejé mis cosas sobre la encimera de la cocina y entré a mi habitación, donde tomé el pequeño frasco de vidrio y metí a la pequeña mariposa rosa con orillas azules junto a las demás mariposas. Dejé el frasco sobre la repisa y volví a la cocina, pues me moría de hambre.

—∆----

Mi celular vibró dos veces, haciendo que me despertara de golpe. La televisión estaba encendida, y el pequeño plato con unas cuantas palomitas sobre la mesa de la sala. Tomé mi celular que estaba en el suelo y lo encendí. Había dos mensajes de un número desconocido, y al abrirlo, había una ubicación que indicaba estar cerca de mi departamento, y un pequeño emoji de mariposa.
Mi corazón comenzó a latir como loco. Dejé caer el celular y me levanté de golpe, yendo directo hacia mi habitación para poder cambiarme.

Al estar lista, tomé mi celular y salí a toda prisa de mi departamento. Corrí por las calles, con el celular encendido en mano, siguiendo la flechita que me indica el camino.
Llegué a un pequeño parque. La oscuridad de la noche es alumbrada por la enorme luna, y eso me reconforta un poco, pues estaba completamente sola al ser media noche.
Mi corazón seguía acelerado, un enorme sentimiento de vértigo en el estomago y mi respiración estaba muy acelerada.
Tomé asiento en una pequeña banca de madera, estrujando el celular entre mis manos y mis muslos. Mi cabeza comenzó a divagar hacía donde no deseaba que fuera.

Al levantar mi mirada, pude ver como alguien se acercaba a lo lejos. Sentí como nuestras miradas se cruzaron, me levanté de golpe y me quedé pasmada, observando cómo caminaba hacía mí. Cuando la luz de la luna iluminó parte de su rostro, supe enseguida que era él. Apreté mis puños y corrí hacia él, tan rápido como pude y al chocar contra él, rodeé su cintura con mis brazos. Al instante, sus brazos me rodearon la espalda baja y me apretaron contra él.
Unas cuantas lágrimas rodaron por mis mejillas. Esto es muy irreal, pues no pensé que volvería a verlo, mi cabeza me hizo pensar que no volvería, que nadie sería tan estupizo como para volver por mí, pero aquí estaba, acariciando mi cabeza con su mano.
Me separé de él lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Aquellos ojos verdes que me miraban tiempo atrás, volvieron a mirarme de la misma forma que solían hacerlo.

–Hola...-sonrió con dulzura.

Sonreí levemente y acaricie su mejilla con mi mano. Me sentía en un sueño, como aquellos que solía tener.

–Has tardado mucho.-mi voz se entrecortó.

Soltó un pequeño suspiro.

–Mis estudios me tenían atado, pero no hubo ni un día que dejara de pensar en ti. Charlotte, te he extrañado durante seis años. En cuanto supe que te habías mudado, intente enviarte una mariposa..., al menos una por día.

Le sonreí. Mi corazón volvió a acelerarse de una manera indescriptible. Me sentí aliviada.

–Te espere cada día, con la esperanza que volvieras...

Sebástian limpió una lágrima de mi mejilla. Sus ojos comenzaron a brillar de tal forma que me quedé hipnotizada. Su mano tomó con delicadeza mi barbilla y la alzó, me sonrió y sin darme cuenta, sus labios estaban rozando los míos con delicadeza. Sentí como una enorme corriente eléctrica me recorría todo el cuerpo, dejando pequeños escalofríos. Sebástian profundizó el beso, moviendo con lentitud sus labios, marcando un ritmo lento. Cerré los ojos, dejándome llevar por mi corazón. Sebástian me abrazó por las caderas y me atrajo hacia él, pegando nuestros cuerpos por completo. La distancia ya no era el mayor de nuestros problemas, porque podía sentir su cuerpo pegado al mío, podía sentirlo a él.
Sebástian finalizó el beso y junto nuestras frentes, haciendo que nuestras respiraciones se entrelazan entre sí.

–¿Sabes cuánto he esperado por esto?

Abrí los ojos, y al instante chocaron con unos ojos verdes que me hacían sentir que nadie más existía en este mundo. Nadie más que aquel chico de ojos verdes.

–Eres un fastidio.- Solté una pequeña risita.

Sebástian sonrió divertido y volvió a besarme, pero esta vez fue un beso lleno de intensidad. 

Lo imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora