—¡Holaaaa! Espero que este relato los encuentre de buen ánimo y ganas de un Melizabeth corto pero intenso, porque así será jsjsj. La idea vino a mí hace unos días, y la he concluido esta madrugada durante un maravilloso apagón (sí, el apagón me inspiró). Dudé si subirla hoy jueves o el domingo (mi día habitual para actualizar), pero me animé a hacerlo hoy para celebrar el cumple del protagonista de este one-shot: Meliodas. Nos leemos abajo para más charla, los dejaré disfrutar la lectura <33.
tw: contenido sexual.
—o—
❝ yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer;
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé. ❞—pasaje XIV • Rimas y Leyendas • Gustavo Adolfo Bécquer—
—o—
Prófugo su sueño, se escabullía ella entre sus pensamientos, despacio y en silencio, como un espectro en la penumbra.
Meliodas refunfuñaba con desdén cuando venía la nítida imagen de su rostro a su cabeza. No la quería allí, en lo más profundo de sus dominios, pero en cuanto intentaba deshacerse de ella, más se aferraba su subconsciente a esa escena. Sin su consentimiento, Elizabeth se abría paso en su mente, adornada de una sonrisa de burlesca victoria en sus labios rojos. El tormento más dulce tomaba forma en su fruta prohibida.
Y ahí estaba nuevamente, ese brillo de anhelo bailando en sus ojos.
Cosa sutil, efímera, de apenas un instante de vida. La explosión de una estrella, un simple parpadeo. A veces Meliodas creería incluso que llegaba a imaginárselo, que su propia ilusión reprimida se reía de él en cruel costumbre; pero bastaba solo con el coincidir de una mirada para saber que era real. Tanto, que le revolvía el estómago y sostener el contacto ardía como lluvia del Purgatorio.
Meliodas desearía que le mirase así siempre, que no despegara sus ojos jamás de su persona, y si tuviese control sobre el tiempo, así sería.
El lugar de donde nacían aquellos pensamientos era un misterio, tal y como su propósito. Quizás Elizabeth lo había hechizado para tenerlo bajo su total antojo y merced, una arpía vulgar, como solía llamarla Chandler. En caso de que fuese aquel su cometido, había triunfado con fuegos artificiales. Quiso durante muchos años engañarse a sí mismo, disfrazar su floreciente adoración con simple morbo. Era una guerra, y después de todo, pasaba gran parte de su mes junto a ella: ya sea en el campo de batalla batiéndose a muerte o en algún rincón de Britannia, con la guardia baja mientras ella trenzaba su cabello y se quejaba sobre la rutina que los drenaba por completo.
Era de esperarse, por supuesto, que en cuestión de tiempo le tomase cierto cariño. Lo imprevisible fue el enorme encaprichamiento que se había apoderado de él a últimas instancias. Elizabeth era una mujer hermosa y todo aquel que tuviese el privilegio de su presencia lo sabía de sobra, Meliodas nunca tuvo pudor en admitir que le era atractiva. Era un Demonio, no ciego. Sin embargo, nunca vio venir el flechazo, y lo que más le molestaba, era que podía poner sus manos al fuego en que jamás fue intencional de parte suya.
La diosa tenía se había labrado cierta reputación de femme fatale, y someter a pobres incautos a su voluntad y conveniencia en repetidas ocasiones no ayudó a alivianar las habladurías. Meliodas había perdido varias alianzas gracias a su poder de convencimiento —o manipulación, pero como quiera que fuese, no tenía moral cuando se hallaba a sí atrapado en la misma red que aquellos a los que se deleitaba llamando débiles de mente—. Bajó sus defensas ante ella, y nunca supo en que momento lo apresó en su embrujo. Fuese un segundo o una década, importaba poco, el resultado permanecía inalterable sin remediar en cuanta distancia trataba de interponer entre ambos.
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One Shots; Melizabeth
Fanfiction❝ Y te amo, te amo y te vuelvo a amar a pesar de qué tan turbio sea nuestro pasado, qué tan frustrante nuestro presente y qué tan incierto pueda llegar a ser nuestro futuro: porque mi amor por ti desconoce los límites; porque mi amor por ti solo sab...