« invierno inesperado »

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¡Hola! Primero que todo, desearles felices fiestas y muchas buenas vibras para ustedes en estas fechas <3. Les regalo este one-shot navideño de mi parte, no es mucho pero es trabajo honesto ?). Dejarles saber también que este OS lo pueden encontrar por igual en el libro de cuentos navideños de COCOMELI4YOU . Pásense por allá si tienen la oportunidad <3
Y darle a todos mil gracias, porque ya van más de 400 votos🩶.
Sin más que decir, nos leemos abajo! •

~❄︎~

" Llega el invierno. Espléndido dictado [...]
yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas.

–Pablo Neruda; Jardín de Invierno–

~❄︎~

Había perdido la noción del tiempo desde que su maldición fue disuelta, y cuando menos lo imaginó, se despertó una mañana debido al viento gélido aullando contra su ventana. Se deshizo con delicadeza del agarre de Meliodas y caminó descalza, sintiendo el frío del suelo calarle las entrañas. Removió las cortinas y el paisaje que la recibió fue completamente blanco.

Había llegado un invierno inesperado.

Elizabeth nunca fue muy fanática de la estación. Veía el invierno como el final de algo: le parecía deprimente el clima y el cielo gris, oscurecía terriblemente temprano y odiaba lo densas que se volvían las nubes cuando las atravesaba al volar. Todo lo contrario a los pecados, los cuales se dedicaron a alborotar luchando contra "eso" que ella sentía. En los últimos días, la atmósfera en el Boar Hat se sentía pesada. Elizabeth siempre tuvo una especie de sexto sentido, algo intangible que a veces, por suerte o por desgracia, nunca le falló. Combinado a su intuición invicta, una ansiedad floreciente nació escondida entre las tinieblas de sus más profundos miedos, perturbando su sueño cada noche.

Meliodas la miraba a los ojos, como queriendo grabarse para siempre su rostro en la mente, le daba un corto beso y la abrazaba. Sin embargo, los labios de su amante sabían a despedida, entonces sus hombros se tensaban y el corazón de Elizabeth se estrujaba con fuerza en su pecho. En silencio, entraba en pánico.

Él fingía no notar su ansiedad, y ella fingía no darse cuenta de su inminente adiós. Era cuestión de tiempo hasta que uno de los dos flaqueara ante la presión.

Escuchó pasos bajando las escaleras, y decidió que no volvería a la cama. Faltaban unas pocas horas para el amanecer, pero ya había perdido el sueño. Meliodas yacía en la cama dormido como un niño, mas ya ni siquiera esa añorada visión que tanto anheló durante milenios le provocaba el querer acostarse a su lado y empaparse de su calidez. Su conciencia le reprochó su indiferencia, ella solo suspiró. Nunca fue buena pretendiendo.

Con cuidado de no delatarse, cerró la puerta tratando de no hacer ruido y caminó sin apuro hasta la planta baja del bar. No fue grande su sorpresa al encontrarse con algunas luces tenues encendidas, Merlín nunca tuvo un horario decente de sueño, de hecho, dudaba incluso que durmiera.

—¿Café? —ofreció la de ojos ámbar mientras daba un sorbo a su taza.

—¿Hay ron?—rebatió.

Merlín señaló la alacena con un gesto y le dedicó una sonrisa con algo que ya había visto demasiadas veces en su vida: compasión. Tomó el primer vaso que encontró y lo sirvió hasta menos de la mitad, recordando tener medida. Su compañía observó sus movimientos sin mediar palabra y la miró de reojo cuando se sentó a su lado, bebiéndose el alcohol de golpe.

One Shots; MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora