—Tenemos que hablar.
Aunque la diferencia de poder entre ellos sea abrumadora —Lucifer podría destrozarle con solo pensarlo; acabar con él con la misma facilidad con la que unas cuantas gotas de sangre santa curaron su herida— el Rey del Infierno se encuentra tragando saliva. No, esas palabras no entrañan ninguna amenaza, tan solo son un hecho, pero hay algo tan radicalmente humano en los ojos del demonio ciervo que siente un nudo en la garganta con solo mirarlo.
Le quiere. Se ha dado cuenta hace semanas, pero la revelación vuelve una vez más a bombardear sus pensamientos al verle así, en su balcón. Ha venido a por él, ha venido a hablar con él, y la imagen con la que se presenta dista mucho del Overlord pretencioso con el que Alastor protege su vanidad. Casi como una cesión, una bandera blanca, Alastor se ofrece vulnerable, abierto en en canal, y solo la electricidad estática de la radio recuerda la presencia de sus poderes y su reputación.
—Alastor... —murmura el Rey del Infierno, casi como esperando que, al pronunciar su nombre, el demonio ciervo se desvanezca. No sería la primera vez—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que no querrías tener nada que ver conmigo después de...
—Ya, ese es el problema —le interrumpe Alastor—. Que, fuera de tu taller, no tienes por costumbre pensar.
—¡Oye!
Lucifer se endereza. Tampoco le apetece que le insulten, aunque haya verdades desagradables que, quizá y solo quizá, se merezca oír.
—No, en serio. ¿Qué se supone que se te ha muerto ahí arriba esta mañana? —le espeta el demonio de la Radio—. ¿Matrimonio? ¿En serio, Lucifer?
—¡Pensé que no tenía nada que perder! ¡O que ya lo había perdido! ¡Revisa el cuento de la Creación y ya verás como soy de los que se lanza al vacío!
—A mí me da que en ese cuento te tiraron al vacío, pero vale. —Sí, eso escuece, pero que alguien no le culpe del mal del mundo (y encima alguien como Alastor) también hace que Lucifer se sienta más tranquilo. Lleno, quizá—. Así que, vamos a ver si lo estoy entendiendo, ¿te confiesas y ahora me dices que es que no tenías nada que perder?
—Porque nunca sé si te he tenido, para empezar. No sé qué sientes, Alastor. No puedo saberlo.
—Podrías preguntar.
—No te caracterizas por ser alguien de respuestas claras —masculla, aunque el demonio ciervo le fulmina con la mirada, la sonrisa llena de dientes—. Vale, ilumíname, por favor. ¿Qué sientes?
Alastor respira hondo. Aunque ha sido él quién ha impulsado esta pregunta, no parece preparado para responderla. No parece que sepa, y a Lucifer no le termina de sorprender encontrarse exactamente con esa misma admisión.
—Ahora mismo... confusión. No te entiendo. No sé a qué estás jugando y no sé qué pretendes.
—Yo... estoy enamorado de...
—¿Y de verdad te pareció que la mejor manera de demostrarlo era con una petición de matrimonio pública improvisada, sin sentido y salida de ninguna parte después de que lo que el resto de nuestros alegres y descarriados compañeros llama primera cita acabase en desastre absoluto?
—Bueno, Lilith y yo nos casamos justo después de caer al Infierno.
—¡Es que yo no soy Lilith! —le corta el demonio ciervo con un tono que roza la desesperación. Le falta perder tan solo un ápice del férreo control que mantiene sobre sí mismo para dejar de sonreír y tirarse de los pelos, y Lucifer se paraliza al notarlo. No está temblando, pero poco le falta—. Es lo primero que deberías haber entendido. No soy Lilith, no tengo nada que ver con ella. No puedes pretender que lo que funcione con ella funcione conmigo y no puedes pretender que crea en la veracidad de tus sentimientos cuando lo que buscas es un sustituto.
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Cómo conquistar (cazar) a un ciervo en 5 sencillos pasos [AppleRadio]
Fanfiction"Adam dirá lo que quiera, ¡pero yo fui el conquistador inicial! Podría engatusar a cualquiera. ¡Incluso a Alastor!" -Lucifer, 5 minutos antes del desastre. Probablemente O: Lucifer intenta repetir su táctica de conquistador infernal, que solo ha fun...