Después de su discusión, Lan Xichen y Jiang Cheng se dieron cuenta de que necesitaban trabajar en su comunicación. Decidieron tomarse un fin de semana para alejarse de la ciudad y relajarse en una cabaña en las montañas.
El aire fresco y el entorno tranquilo les dieron el espacio necesario para reflexionar sobre su relación. Durante una caminata por el bosque, Jiang Cheng rompió el silencio.
—He estado pensando en lo que pasó la otra noche. Siento haberte gritado. No fue justo para ti.
Lan Xichen sonrió con suavidad.
—Todos tenemos momentos difíciles, Cheng. Lo importante es que estamos dispuestos a trabajar en ello juntos.
Jiang Cheng se detuvo y tomó las manos de Xichen entre las suyas.
—Quiero que sepas que estoy comprometido con esto. Contigo. Sé que tengo cosas en las que trabajar, pero no quiero que eso nos separe.
Lan Xichen asintió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Yo también estoy comprometido contigo, Cheng. Aprenderemos juntos. Creceremos juntos.
Esa noche, mientras el fuego crepitaba en la chimenea de la cabaña, Lan Xichen y Jiang Cheng se sentaron abrazados, mirando las estrellas a través de la ventana. Sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a recorrerlo juntos.