La dulce princesa Haelena, junto con su dama de compañía, Odeliah, les gustaba estar en los jardines de la fortaleza roja en busca de insectos, criaturas que la princesa adoraba. Odeliah nunca se quejó por aquello, lo hacía con gusto, pero no evitaba que al principio de conocerla le disgustara. Solo al principio, no entendía la fascinación que Helaena tenía por ellos, pero después de ver su entorno entendió porque era devota a los insectos, porque algo que si era cierto, es que siempre la princesa quedaba en el borde de su familia. A la Bracken le dolía ver a una joven como la princesa y más siendo princesa, tan desdichada, teniendo que sumergirse en su propio mundo para no soportar la falsedad, algo que las dos odiaban por igual. Ese sentimiento las unió aún más, formando una amistad en la que la una y la otra era devota.
Helaena no demostraba su cariño de manera convencional, pero se lo hacía llegar, así es como Odeliah guardaba en su armario pañuelos, capas, vestidos los que de vez en cuando la princesa bordaba para ella, con flores que sabía que era de su agrado. Al igual que la joven Targaryen con los insectos, Odeliah amaba las flores con igual intensidad, coleccionando libros, pintando y dibujando estas en su diario. A cambio la joven Bracken cada vez que veía un incesto lo agarraba ya sin asco y acostumbraba llevarlos a los aposentos de la princesa.
Justo lo que estaba haciendo en ese momento, se dirigía en los aposentos de Haelena, junto con una noticia para contarle, en sus manos un bicho bolita que se había metido en su caparazón, envuelto en uno de sus mil pañuelos bordados por la princesa, siempre llevaba uno diferente para presumirlos ante toda la corte.
La sonrisa de la joven era contagiosa, tanto que al estar al frente de la puerta de la habitación, saludo al guardia que custodiaba a la princesa, este solo le devolvió el saludo con una leve sonrisa, para luego abrirle la puerta.
-Mi Princesa, mire lo que encontré, no es una novedad pero sé que le gustan-
Helaenaal escuchar la puerta abrirse se paró de pura inercia y cuando observo, escucho a su amiga con la mirada en su pañuelo, sosteniendo con tanta delicadeza, relajo los hombros a gusta con la presencia de su dama.
Se acercó a esta y agarro el insecto sin desagrado, acostumbrada a la situación.
-gracias- sonrió, contagiando a Odeliah con su felicidad, luego se giró asía el balcón- son muy tiernos, siempre se esconden en su caparazón, es como mi vida.
Su amiga se acercó a ella puso una mano en el hombre de esta.
-Te comprendo, pero por lo menos, nos tenemos para hacernos compañía.
-hasta que te casa- dijo abruptamente Helaena, mas ella en todo el reino sabía qué lugar tenía que ocupar una mujer en su posición, además que había tenido algunos sueños en los que la veía con un vestido de novia.
-No me voy a casar, aunque me obliguen. Juntas vamos a tomar él te en esta habitación, mientras tus hijos crezcan y nosotras hablaremos de insectos y flores- sentencio apoyando su cabeza en donde antes reposaba su mano. En el hombro de la princesa y esta solo seguía observando el insecto.
-Gracias- dijo Helaena de la nada
-¿porque me agradeces mi princesa?- se separó para mirarla sorprendía
-Por tu compañía- Odeliah le brindo la sonrisa más cariñosa y sincera a Helaena por su confesión
-yo también agradezco su compañía, Helaena-
Las dos por unos segundos mediante sus ojos y sonrisas, se brindaron sinceridad, devoción y cariño. Hasta que la dama se acordó de algo
-¡me estaba olvidando!- dijo sobre saltada, sorprendiendo a la princesa, que aunque estaba consciente de los sobre salto de su amiga, nunca terminaba acostumbrarse a estos.- Tu hermana Rhaenyra, junto con su familia vienen por un reclamo por la casa Velaryon. Mañana temprano ya estarían llegando.
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EL AMOR BROTÓ DEL ÚNICO ODIO / Benjicot Blackwood
FanfictionHongo decía "su amor broto del único odio". Era cierto. De pequeños capullos, con aliento de verano, creció su amor como flores en primavera. Algunos decían que solo eran niños encaprichados jugando en el nombre del amor, otros que eran por sed...