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Francisco conocía a Nerea de prácticamente de toda su vida

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Francisco conocía a Nerea de prácticamente de toda su vida. Sus madres habían sido mejores amigas desde que estudiaban en el liceo, aunque se habían separado cuando la madre de Nerea se casó y se fue a vivir a México, de donde es su esposo. Tiempo después, regresó por una oferta de trabajo a la vieja ciudad de Concepción, trayendo consigo a su pequeña nena de tres años, mudandose en la vieja casa de sus padres, donde aún tenía de vecina a su mejor amiga. Con la única diferencia de que al igual que ella, se había casado y tenía dos hijos, uno de la misma edad que su hija. La noticia entusiasmo a las viejas amigas, quien no les tardaron en planear citas para jugar.

Aunque al pequeño Durán le parecía un poco molesta al principio, conforme crecían se convirtieron en inseparables amigos y creciendo como vecinos no se alejaban nunca. Se veían todo el tiempo después de la escuela, pasando largas tardes en casa de los Durán mientras la madre de Nea trabajaba.

Ambos habían crecido prácticamente para ser hermanos. Y la verdad es que nunca se vieron como algo más, los dos estaban tan ocupados con sus respectivas pasiones que en realidad nunca tuvieron tiempo para fijarse en el otro. Francis estaba muy centrado con la banda y Nerea estaba enfocada en el ballet, que siempre había sido su sueño desde pequeñita. Aunque ambos amaban lo que hacían, también necesitaban un respiro. Eso era lo que eran el uno para el otro. Un respiro de la familia, de la escuela, del estrés de la vida en general. Sabían que siempre habría un momento en sus vidas para el otro. Porque se querían. Porque esto es una amistad.

Si Francis fuera honesto, probablemente nunca hubiera mirado a su amiga de una forma distinta. Hasta que un día después de un ensayo esperando la micro Álvaro lo sacó a la conversación.

-Ya...soy yo o ¿la Nea está cada vez más minita?- dijo el mayor de López. Francis miró a su amigo extrañado, como si de sus labios hubiera salido la tontería más grande.

-Todas las chiquillas se vuelven más lindas cuando estás en la media, ¡suertudo Francis! No la saca de la casa ni un momento- Rió su hermano

-Ya, igual la Nea y yo somos amigos-

-Eso dice porque no le dan nanai po'!- Se burló Gonza, haciendo que los demás rieran y que él solo rodara los ojos. Los chicos siguieron hablando y riendo hasta que llegó el momento de separarse e irse a sus hogares. Francis se quedó pensativo, jamás se le había cruzado pensar sobre su amiga de la misma manera que sus amigos hablaban, para él siempre había sido simplemente Nerea.

Al día siguiente se verían después de la escuela, después de todo era el último día antes de las vacaciones de verano y ni él ni ella tenía ensayos ni cosas que atender, así que Francis había quedado de pasar por ella al colegio. Parecía que a todos en su familia les había entusiasmado tanto la noticia, que hasta su padre lo dejó tomar el coche para pasar a buscarla. El chico se extrañó, más no se quejó. Había llegado un poco antes de su salida, ya que los chicos del Salesiano salian más temprano que las muchachas del colegio. Pensó lo tonto que era que sus padres los mandaran a liceos que no fueran mixtos. Pensó así que, si ellos hubieran estado juntos en el liceo pasarían más tiempo juntos, podrían pasar los recreos en la sala de música y él podría tocar algo para ella, podrían caminar juntos a casa todos los días, podrían verse para hacer los deberes todas las tardes....

Hoy te obligaré - Francis DuránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora