𝟎𝟏𝟏 ⭑ .ᐟ

30 5 0
                                    

La Plaza de Armas estaba desbordada, casi inundada por la multitud que se aglomeraba por todas partes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La Plaza de Armas estaba desbordada, casi inundada por la multitud que se aglomeraba por todas partes. La gente no dejaba de llegar, como una marea humana que se extendía por cada rincón.

A pesar del frío cortante que se sentía en el aire, la multitud parecía inmunizada. El entusiasmo colectivo se transmitía de manera casi palpable, creando una atmósfera tan cálida y vibrante que el viento helado no lograba atenuar. Cada risa, cada grito, cada aplauso parecía agregar más calor al ambiente, como si el frío fuera solo un pequeño obstáculo frente a la emoción que recorría a todos.

Nea observaba la escena desde atrás del escenario, rodeada por los músicos, técnicos y demás miembros del equipo. Estaban todos allí, aguardando el momento exacto en que debían subir al escenario para comenzar el show. El bullicio de la plaza llegaba hasta ellos, como un murmullo lejano que se intensificaba con cada segundo que pasaba.

Cada uno estaba en su propio espacio, concentrado, revisando mentalmente lo que tenía que hacer, aunque todos sabían que la verdadera magia comenzaba cuando las luces se apagaban y el público estallaba en gritos. Nea, aunque acostumbrada a los escenarios, sentía una mezcla de nervios y emoción al ver la magnitud del momento. Sabía que, al igual que ellos, solo quedaba esperar que el reloj marcara la hora de entrar y hacer que esa plaza vibrara con su música.

—Oye—dijo una voz familiar detrás de ella, y Nea sintió una mano cálida en su hombro. Al girarse, se encontró con la mirada de Francis, quien le sonreía con un cariño tan evidente que podía sentirse en cada rincón de ese espacio ajetreado.

—Hola—respondió ella, sonriendo al verlo tan cerca—. ¿Terminaste de prepararte?

—Aún me queda algo de tiempo—respondió él, devolviéndole la sonrisa mientras ambos se observaban en silencio por un instante que pareció detener el tiempo—. Estoy muy feliz de que hayas podido venir, en verdad.

—No me lo hubiera perdido por nada—le dijo suavemente—. Sabía que este concierto iba a ser especial para ti... y quería verlo todo, desde aquí.

Francis bajó la mirada, casi con timidez, como si las palabras de Nea le hubieran llegado más hondo de lo que él mismo esperaba. Parecía querer decir algo, pero en su lugar solo la miró en silencio por unos segundos, como si quisiera grabarse cada detalle de su rostro ese momento.

—Gracias, Nea—murmuró finalmente, su voz llena de sinceridad—. Me da paz tenerte aquí. Tú siempre haces que las cosas tengan sentido.

Nea sintió que sus mejillas se calentaban y que las palabras le costaban salir. Pero, reuniendo el valor que llevaba guardando desde que él entró en su vida, le sonrió con ternura y asintió, permitiendo que él viera en sus ojos lo que tantas veces había intentado ocultar.

—Estoy aquí para quedarme, Francis. Para todo lo que venga.

Él tomó su mano en un gesto sutil, pero lleno de significado. Los aplausos del público al otro lado del escenario empezaban a hacerse más fuertes, anunciando que el show estaba a punto de comenzar, pero ni él ni Nea se movieron. Ese pequeño instante les pertenecía solo a ellos, y ninguno quería dejarlo ir.

Hoy te obligaré - Francis DuránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora