Si pudiera describir a Francisco en dos palabras serían: directo y orgulloso.
Así que si Nerea estaba esperando a que él se disculpara, estaba muy equivocada.
Aunque pensándolo bien, sí había actuado como un imbecil ese día. Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que se vieron y Francis no podía conciliar el sueño tranquilo. Ni siquiera había abierto el regalo que le hizo o había leído la carta que seguía arrugada y manchada debajo de su cama. Lo hacía por rencor, más que nada.
Y por cobarde.
No sabía qué era lo que lo impulsó a actuar de esa manera esa vez. Tenía muchos sentimientos encontrados a flor de piel por ella y la noticia de que ella se iría le cayó como un balde de agua helada. Sacudió su cabeza alejando cualquiera de esos pensamientos. Sólo se estaba dejando llevar por lo que decían los chiquillos de ella, y aunque si bien no podía negar que ella era de las muchachas más lindas que conocían, ellos eran amigos. Francis suspiro exasperado. Por más que quisiera pensar en algo más no podía hacerlo. Cada que cerraba los ojos ahí estaba, con su voz quebrada y sus ojos molestos, atormetandolo como una maldición. Decidió distraerse, afinando su guitarra y tocando algunos acordes al azar. Después de todo, cualquier sonido era mejor que el ruido de sus pensamientos.
Intentó sacar los acordes para una nueva canción en la que estaba trabajando, pero no pudo concentrarse. Llevaba mal el ritmo, sus dedos se atoraban entre cuerdas, tenía mal el rasgado. Era lo mismo desde hace una semana. Gruñó frustrado, dejando de lado su guitarra.
Si se pudiera describir con otras tres palabras serían: un estupido joven enamorado.
Sí que eres... ¡weon!
Como pudo se puso los zapatos y bajó con tropezones las escalares, saliendo disparado de su casa, ignorando los gritos confundidos de su hermano. Corrió hasta casi el final de calle, donde se encontraba tocando eufórico la puerta de Nea. La puerta se abrió de un golpe, revelando a la madre de Nerea con una cara adormilada, mirándolo confundido. Francis entró de golpe a la casa tan conocida, la adrenalina burbujeando por su cuerpo a mil.
-Vengo a buscar a Nea- le dijo con el último aire que tuvo, pero su madre sólo lo miró con pena.
-Francis... ella se fue a Santiago el lunes- él la miró desconcertado. La doctora lo tomó por los hombros y lo sentó en el sillón, tomando asiento junto a él.- Francis, Nea me comentó que ustedes tuvieron una pelea muy fuerte el día de tu cumpleaños. Él chico suspiro con sus ojos llenándose de lágrimas.- ¿Qué fue lo que pasó?
-Lo que pasa es que soy un estupido. No pude decirle a Nea que no quería que se fuera porque...porque la quiero- resopló cubriendo su cara de la vergüenza.- La madre de la chica acarició cálidamente su espalda en signo de apoyo.
-Francis, tú sabes que yo te quiero como a mi propio hijo. Y siempre te quise como un futuro yerno- río melancólica- Pero lo que le hiciste a la Nea fue bajo. Tú sabes perfectamente que si hubieras sido tú el que se fuera a la capital ella hubiera sido la primera persona en apoyarte a ti y a los cabros a cumplir su sueño contra cualquier pronóstico. Si el Álvaro y Gonza, ¡hasta tu hermano!, se entusiasmaron tanto con la noticia, ¿Por qué no pudiste hacer lo mismo por mi niña?
-Tía, debe de haber algún número, alguna dirección, algo que yo pueda hacer- la miró con ojos suplicantes, pero ella se negó.
-Ella dejó en claro que no quería hablarte Francis. Puedes esperar a que sean las vacaciones para intentar hablar con ella, pero ya sabes como es ella. Sólo me pidió que te diera esta caja, pero que no la abrieras hasta que estuvieras en casa. Perdón, pero estas son decisiones de ella y yo las respeto. Te quiero mucho, Francis. Y estoy segura de mi hija también.- Francis tomó la caja de sus manos y salió de ahí. Si pasaba un segundo más hablando con la madre de la chica terminaría llorando.
Entró a su casa cabizbajo, subiendo las escaleras para encerrarse en su habitación. Colocó la caja junto al regalo sin abrir, para agacharse y tomar la hoja. Decidió abrir primero el fue su regalo de cumpleaños encontrándose con un par de discos y una fotografía enmarcada de ellos dos de pequeños con el marco decorado con muchas piedras y dibujos y a un lado sus nombres. Francis & Nea. Con el corazón roto se armó de valor en un impulso para abrir la siguiente caja, que de inmediato hizo que su habitación se llenara de su perfume, contenía lo que él le había regalado en su cumpleaños: unas hermosas zapatillas de ballet negras, acompañdas de una nota y unas fotografías.
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Francis,
Si estás leyendo esta carta es porque me fui sin despedirme y tu fuiste a buscarme muy tarde.
Te mentiría si dijera que no me dolió nuestra pelea, me sentí sola y traicionada.
La única persona que se supone que me apoyaría en todo no me estaba alentando a perseguir por lo que tantos años trabaje. Pero no te escribo esto con intenciones de reprocharte una vez más, lo hago para desearte lo mejor.
De todo corazón deseo que entres a la universidad que quieres, que tu y los chiquillos graben su disco y que todo Chile coree el ritmo de las canciones que escribes.
Yo no creo que tu vida y la mía se vuelvan a poner de acuerdo en algún punto. Pero espero que sepas que siempre te quise con toda mi alma. Deseo que logres todo lo que siempre has querido, y espero no escuchar una palabra de ello.
Adiós Francis, si de verdad me quieres, no me busques por favor.
Te quiere por siempre
Nerea.
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La hoja decorada con flores y estrellas ahora estaba un poco mojada por las lágrimas que rodaban por las mejillas de Francis. Aún cuando él le dio la espalda, aquí estaba ella con una carta diciéndole que lo quería más que nada. Y lo único que él pudo hacer fue llorar más.
¿Ahora que voy a hacer?
¿Será qué alguien se muere de un corazón roto?
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Hoy te obligaré - Francis Durán
Fanfiction"Quédate Aunque sólo sea esta noche Sólo quédate Hoy te obligaré" a short fanfic. inspirado en la canción homónima de Francis Durán.