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Oye

¿mmh?

....

¿Ya no te gusta hockey?

El aceite me llego a saltar en el brazo.

Dejar caer las rodajas de papas muy rápido en la sartén me costaron un ardor y quemadura de muy mal aspecto. Las destile mal supongo.

—¿Que te hace pensar eso? —me gire en su dirección para ver que seguía entretenida en colorear su nuevo libro de mándalas.

—No sé, se me ocurrió.

Ya.

—No es que ya no me guste el Hockey, solo he estado ocupada con las pruebas y eso —seguí haciendo las papas— ¿Quieres que le ponga un huevo frito arriba?

—Siii —dijo efusiva, saco los libros y lápices de la mesa y corrió al baño a lavarse las manos con una sonrisa en los labios.

࣪ ִֶָ☾.

Me quedé viendo un rato el paisaje, la vista del cielo un poco nublada, se sentía extrañamente familiar y me dejé un momento para meditar lo que había dicho mi hermana.

No es como si no me gustara hockey, o me haya dejado de gustar de un día para otro, solo me tome un descanso.

También sé que no debí haberlo tomado, porque sabía que luego me iba a costar más reintegrarme, pero me sentí superada, no lo sé.

Quizás haberme tomado un año fue demasiado. A lo mejor un par de días o semanas me hubieran valido, o meses.

Igual supe aprovechar el tiempo perdido.

Estoy bien con las pruebas y me puse al día con algunas tareas y trabajos, en especial los de matemáticas, que sin duda son un dolor de cabeza tremendo.

Trabajé horas extra y pude guardar dinero para el futuro. Le compre un par de libros para dibujar y lápices nuevos a Leila.

Ahora por lo menos tengo suficiente para estar tranquila, por si llego a necesitar.

Como cuando Leila se enfermó y tuve que cocinar en casa.

A ver.

No es que no cocine... pero me acostumbre un poco a que en el colegio le den almuerzo. Y ellos no queman la cocina, para mí era un ganar ganar.

Ademas me gusta salir a comer con ella. Sé que es pura comida basura, pero ella ama la comida basura y los juguetes que vienen con las cajitas, no sé cuántos lleve hasta ahora.

Se podría decir que tiene una gran colección de figuritas.

—Ay —solté el cigarro que ya se había consumido casi por completo y chasqueé la lengua, ni cuenta me había dado que ya había anochecido.

—Te había dicho que algún día de estos el cigarro te iba a hacer daño —piso el pucho que hace algunos segundos había estado en mis manos.

La mire de reojo, resople con una sonrisa y las manos en los bolsillos de mi abrigo.

—Ja, que graciosa capitana.

—¿"Capitana"? creo que perdiste el derecho de decirme así hace precisamente unos... —hizo el amago de voltear a ver su muñeca como si allí estuviera un reloj— 2 meses creo yo.

—¿2 meses? que yo recuerde no fui como por un año Val —abrí mi cajetilla para sacar otro cigarro.

—Pues sí, fue un año justo, pero digamos que te di más tiempo para que volvieras —arrugo su nariz por el humo.

Desafiando la soledad | Riley AndersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora