Permíteme amarte

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Los años habían pasado desde el día en el que se graduaron. Dos Precisos años desde la primera vez se amaron. Entregándose a la pasión que esa noche consumaron.

A la entrega de dos cuerpos que sin experiencia se acariciaron y que con anhelo se explotaron en una noche mágica que con amor guardaron. Avivando el recuerdo de lo que compartieron cuando sus almas se enlazaron.

-Ranma, yo... -musitó, jadeante de excitación. Envuelta entre los brazos del hombre que la tenía presa bajo su regazo-. Te amo...

-No más que yo, Akane -aseguró, aumentando el ritmo en su interior. Metiendo y sacando los dedos de esa cavidad húmeda que con regocijo lo recibió-. No más que yo. Te amo, amor de mi vida.

-¡Ay!

Akane inundó toda la habitación con sus gritos desenfrenados de lujuria y pasión. Aumentando con su sonido el fuego que Ranma tenía sometido. Controlando sus instintos para no devorar a la frágil mujer que tenía sometida a su merced.

La misma mujer que deseaba poseer y poseería de una vez, pues ella con sus caricias incontroladas excitaba la parte de su cuerpo que más palpitaba. Ella era la reina que domaba a la bestia que él resguardaba.

Ranma sacó los dedos del interior de su amada; mientras con cautela la observaba. Ella con las pupilas dilatadas se encontraba y la respiración acelerada. Enrojeciendo las mejillas que brillaban con una luz casi inhumana.

Saotome se chupó los dedos delante de la joven que bajo su cuerpo temblaba. Una a una lamió las yemas hasta saciar la cuota que precisaba. Llenando su ser con el sabor que tanto lo excitaba. Akane enrolló las piernas en sus caderas, obligándolo a que no se alejara, pues ella lo necesitaba.

Lo anhelaba en la profundidad del cielo que lo adoraba. El joven sonrió triunfante, ya que amaba verla tan extasiante. Desnuda ante él, con la desnudez del alma que le entregó para que solo fuera de él.

La misma alma que él le dio a ella, pues solo Akane lo tenía a sus pies.

Ranma se posicionó en la entrada de su mujer, mientras jugaba con el miembro que la iba a estremecer. Él hizo movimientos circulares en el clítoris de Akane; encendiendo terminales que la hicieron tensarse, pues como corriente eléctrica estuvo expuesta. Expuesta al deseo de ser tomada por su amante.

-Me encanta tu aroma... -musitó, Saotome. Embriagándose del olor que sabía a miel. Un aroma que lo hizo perder la poca cordura que intentaba poseer-. Me vuelves loco, Akane.

-Ranma, tú... ¡Ay! -jadeó, gimoteando desesperada, luego que él se enterrara en su interior-. ¡Sí, así! Sigue así...

Saotome obedeció la petición, ya que sin pudor se metió al paraíso que gustoso lo recibió. Él lanzó una maldición, pues las paredes de su amada lo apretaban a medida que sus embestidas aumentaban.

Momentos [RanKane]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora