Amor maduro

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El viaje en carretera desde la ciudad hasta la playa fue bastante tranquilo. A decir verdad, a pesar de ser una distancia relativamente larga, no se sintió para nada pesada, ya que la música y la compañía mitigaron cualquier circunstancia.

Sobre todo si la compañía involucraba al ser amado. El único ser con quien iría a cualquier lado.

Akane se puso su traje de baño y luego arrastró a su esposo a caminar en la orilla de la playa. Metiendo los dedos descalzos en la arena, mientras las olas los mojaban cada vez que danzaban. Cada vez que les recordaban que debían atesorar los momentos que les acompañaban.

El sol estaba radiante. Iluminando con su luz el rostro de la pareja que lucía centelleante. El brillo de las pupilas de ambos era inigualable y la dicha que los embriaga era palpable.

Una mezcla de sentimientos inimaginables, ya que estar casados era insuperable.

—Akane...

—¿Eh? ¿Dime?

—¿Estás feliz? Es decir, ¿te gusta este lugar? —inquirió un poco preocupado, expectante de que su esposa estuviese bien con la decisión que previamente habían tomado—. Yo, la verdad, hubiese querido llevarte lejos de la ciudad. Llevarte al extranjero, llevarte a conocer todas esas ciudades de las que tanto me has platicado —espetó, recordando los recortes de revista que ella le mostró de los lugares que algún día quisiera conocer—. Darte una mejor luna de mil; lejos de nuestro hogar, lejos de nuestra familia, pero no lo pude hacer. No cuando nuestra situación financiera no es la mejor. Discúlpame, por favor.

—Ranma, ven, sentémonos aquí —le pidió. Tirando de su mano para que él se sentara a su lado. Ella se sentó justo a la orilla de la playa donde sus pies podían tocar el agua—. Nuestra situación financiera es limitada porque nosotros apenas estamos iniciando —le recordó, pasando la mano por su rostro con cariño—. Ranma, nosotros no venimos de una familia adinerada; mucho menos millonaria. Venimos de un hogar en el que si quieres algo debes trabajar para ganarlo. Así como lo estamos haciendo los dos, desde que decidimos casarnos.

—Lo sé, Akane, lo sé. Sin embargo, esta es nuestra luna de miel y yo hubiese querido darte lo mejor.

—Ya me lo estás dando, estar a tu lado es lo mejor que me ha pasado. Además, ¿quién dijo que para que una luna de miel fuese perfecta debía ser fuera del país? —inquirió, notando cómo su esposo susurraba para él mismo la palabra «nadie»—. Ranma, tú y yo decidimos que lo poco que teníamos lo invertiríamos en construir el negocio de nuestros sueños. Nuestro propio dōjō, nuestra propia academia de artes marciales. Por ello, tú y yo hemos venido ahorrando cada centavo que ganamos en nuestros empleos para poder lograrlo. La empresa y la tienda en la que trabajamos nos dieron una semana de descanso. Así que, vamos a aprovecharla, dejando de pensar en algo sin importancia, ya que lo que estamos haciendo es construir nuestro futuro.

Momentos [RanKane]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora