Cambio de identidad

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Unas horas después del incidente con su compañero, Judith estaba fastidiada de las situaciones que atraveso durante el día. Esta nueva experiencia de utilizar ropa más atrevida había sido un desastre, había atraído mucha atención indeseada y el incidente con su compañero lo había empeorado. "Esto es terrible, jamás debí dejar que me convencieran de vestir así", dijo Judith para sí misma. Se tumbó en su cama para dormir. "Dejaré de vestir como una zorra", pensó antes de conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, la luz del amanecer se filtró por sus párpados. Parpadeó y finalmente pudo sostener la mirada; vio con incredulidad que no se encontraba en su habitación. El lugar donde se encontraba tenía un aspecto descuidado, con basura tirada a lo largo de la habitación: bolsas de papas, una envoltura de hamburguesa, una caja de pizza, servilletas y más basura. "¿Qué hago aquí?", pensó alarmada. Rápido se levantó y, en eso, cayó al suelo; su cuerpo se sentía sumamente más pesado. Se levantó y, al estirar sus brazos, vio que ahora eran mucho más robustos y menos delicados. Su respiración se volvió más rápida mientras la confusión la invadía.

"¿Qué... qué está pasando?", murmuró con una voz que no era la suya. El sonido profundo y grave la asustó aún más. Se llevó una mano a la garganta, sintiendo la nuez de Adán que nunca antes había estado allí.

Miró alrededor de la habitación buscando un espejo, algo que pudiera darle alguna pista. Vio uno en la pared. Con miedo se acercó a este, y lo que vio en el reflejo la hizo dar un grito al cielo.

Mientras tanto, en otro lado:

"Esto es increíble, Judith, tu cuerpo es tan excitante", dije mientras hacía lo mismo de siempre al obtener un nuevo cuerpo: manosearlo. Pero el sonido del teléfono sonando me desconcertó. "Ehh, pero si es mi propio número", dije desconcertado al ver quién marcaba. "Pero claro, seguro Judith ya se despertó". Recordé que el teléfono frente a mí no era el mío propio y que seguro Judith marcó a su propio número por la misma situación.

"Vamos a ver qué quiere", contesté.

"¡Holaa, tú hiciste esto!", dijo sobresaltada.

"Hola, amor, ¿cómo estás?", dije disfrutando de mi nueva voz.

"Deja de jugar, no es gracioso, tienes que revertir esto".

"¿Por qué?"

"¿Cómo que por qué? No puedes jugar con la vida de otros de esta manera, debes..."

Ella seguía hablando ya con voz algo entrecortada, seguro por el nerviosismo que sentía. Me aburrí de escucharla, así que colgué y la bloqueé.

Bien, ¿en qué estábamos? Claro, vamos a vestirte como toda una puta, querida Judith. Me vestí de forma similar a lo que llevaba Judith el día anterior, una sudadera tipo ombliguera, una minifalda y unas calcetas largas hasta los muslos.

Unas horas después, me encontraba paseándome por la escuela con mi nuevo aspecto, disfrutando de toda la atención que recibía. ¿Y cómo no hacerlo? Me veía divina. Aproveché para jugar con esta nueva identidad, me acerqué a uno de mis compañeros para ver su reacción...

"Hola, Cris", dije con una voz coqueta, moviendo mis caderas de manera sugestiva.

Cristofer se volteó, sorprendido de que yo, bueno, Judith, le hablara. "Eh, hola, Judith. ¿Todo bien?", respondió, claramente confundido.

"Claro, solo quería saber cómo te va", dije mientras me estiraba exageradamente para presumir el abdomen plano que ahora tenia.

"Eh, bien, creo", dijo, tratando de mantener la compostura. Podía ver cómo sus ojos bajaban por mi cuerpo, aunque trataba de disimularlo. La incomodidad en su rostro era palpable, pero también había curiosidad.

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