Capítulo 8: Baley

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—¡Baley! No vayas tan deprisa. ¡Baley! ¡Baley! ¡Baley!

Baley. Baley. Baley.

Bale despertó súbitamente. Estaba en sus habitaciones, descansando. El combate con Rox lo había dejado exhausto. Por fin, después de dos días, había logrado dormir un poco, hasta que...

Bale se levantó y fue a su balcón. La luna reinaba en el cielo. Alzándose poderosa sobre él. La luz lunar dejó ver el sudor que bañaba el cuerpo del joven comandante.

Otra vez soñé con ella...

Cada vez que lo hacía, sentía un profundo dolor creciendo desde su interior. Desde el mismo lugar dese el cual brotaba toda la ira contenida contra BigRam. Sentía dolor proveniente de su alma.

Bale, a pesar de intentarlo, no pudo recobrar el sueño, por lo que se quedó mirando las estrellas. Así durante horas hasta que Nymeria entró en la habitación. Sorprendida de que su jefe no estuviese durmiendo.

—Buenos días, señor.

—Buen día Nymeria —Respondió Bale sin voltear siquiera—. Dime, ¿ya están todos despiertos?

—Si, señor —Respondió la mujer mientras dejaba en la amplia y elegante cama de Bale un uniforme de entrenamiento. Consistía en un pantalón negro flexible y una sudadera del mismo color, junto como no, con unos guantes especiales para Bale y los Portadores del Fuego.

» La señorita Rox todavía no está despierta. Me dirigiré a su habitación de inmediato y la...

—No —Bale se puso en pie y fue a vestirse rápidamente— Iré en persona. Quiero que aprenda de primera mano las reglas.

—Si, señor.

Rox dormitaba tranquilamente, cuando de repente la habitación estalló en ruido y comenzó a llenarse de humo. Las puertas se abrieron de golpe, dejando paso a un hombre con ropas oscuras, cuya cara la joven no pudo distinguir.

Rox se puso en pie, y sin pensarlo liberó a su elemento, que disipó todo el humo de la habitación en un instante. Se puso en guardia al instante, de pie sobre la cama. Rox vio cara a cara a Bale. Al parecer no contaba con que el poder de Rox la favoreciera en ese preciso momento.

—Bien, respondes mejor de lo que esperaba, Capitán.

—¡Casi me matas de un susto! —Estalló Rox. Su frente se perló de sudor— ¡Definitivamente estás loco!

—Si, tienes razón. Vístete rápido. Te espero en cinco minutos en el campo de entrenamiento.

Bale salió de la habitación sin mediar palabra alguna. Por suerte, Rox estaba acostumbrada a levantarse de madrugada. En la academia casi nunca podía completar un ciclo de sueño sin antes ser súbitamente despertada con disparos de salva o simulacros de ataques enemigos.

Minutos después, Rox estaba en el campo de entrenamiento frente a Bale.

En las vastas extensiones de la mansión, un jardín había sido meticulosamente adaptado para el entrenamiento militar moderno. Entre rosales y arbustos cuidadosamente recortados, se despliega un terreno estratégicamente diseñado. Caminos sinuosos serpentean entre zonas de entrenamiento equipadas con obstáculos, plataformas elevadas y áreas de combate simuladas. La flora exuberante se mezcla con estructuras de metal y concreto, creando un paisaje que fusiona la naturaleza con la disciplina militar.

En palabras de Bale, el lugar donde entrenarían no era más que un jardín adaptado para la lucha. Estaba al aire libre, tenía todo tipo de herramientas de combate, aunque únicamente cuerpo a cuerpo.

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