El cielo gris de Nueva York se extiende sobre ustedes como un presagio, mientras caminas junto a Sakura. El viento otoñal empuja las hojas secas bajo tus pies, su sonido suave contrasta con el bullicio incesante de la ciudad. La conversación es ligera, llena de risas y recuerdos recientes. Hoy, eliges olvidar las preocupaciones, al menos por un rato.
Han pasado el día explorando la ciudad. Primero una película que ambos esperaban ver, luego una feria improvisada donde ganaste un peluche para Sakura que hizo brillar sus ojos de felicidad, y finalmente un café acogedor donde las miradas cómplices hablaron más que las palabras. El anillo que le diste esa mañana brilla en su dedo, un símbolo de lo que comparten. Pero el día avanza y el colegio los espera mañana, lo que significa que deben regresar a casa y prepararse para la rutina.
Caminando tomados de la mano, sientes que el momento es perfecto para detenerte. La atraes suavemente hacia ti. Los ojos de Sakura, bañados en los últimos rayos del atardecer, reflejan ternura y expectativa. Te inclinas, y cuando tus labios tocan los de ella, el mundo parece detenerse. Todo se desvanece excepto esa conexión íntima entre ustedes.
—¡Sakura! —una voz femenina rompe el encanto, cargada de sorpresa y desaprobación.
Giran al unísono hacia la fuente de la voz. Es Mebuki, la madre de Sakura, de pie en la entrada de su casa. Su expresión ambigua, entre seria y contenida, contrasta con su apariencia. Su cabello corto y rubio enmarca un rostro sereno, pero sus ojos verdes, penetrantes, te estudian con una mezcla de curiosidad y juicio.
—Lo siento, señora Haruno —te disculpas, sintiendo la incomodidad de la situación—. No quise ser irrespetuoso.
Ella esboza una sonrisa, pero hay algo en su mirada que te pone en alerta, como si cada palabra y gesto fueran cuidadosamente calculados.
—No te preocupes —responde con dulzura fingida—. ¿Por qué no entras y cenas con nosotros? Me encantaría conocerte mejor.
Notas la rigidez en el cuerpo de Sakura, el brillo en sus ojos apagándose, como si algo dentro de ella supiera lo que viene.
—Mamá, no creo que sea una buena idea... —comienza Sakura, pero la interrumpes suavemente.
—Sakura, si tu no estas... —dices con seguridad
—¿Lista? —te interrumpe su madre, tu ceño se frunce por la interrupción—. Por supuesto que lo está. Ya le había advertido que queríamos conocerte.
Mebuki te observa con una intensidad que aumenta la presión en el ambiente. Sakura, con una mirada resignada, cede y acepta. El aire en la casa siempre ha sentido pesado desde afuera, pero hoy, sentado en la mesa del comedor, esa opresión parece más palpable que nunca. La cena ante ti es una mera formalidad para encubrir las tensiones invisibles que flotan en el aire.
Sakura está a tu lado, sonriendo con incomodidad, mientras Mebuki te sirve puré. Tratas de devolverle la sonrisa, pero tu atención sigue desviándose hacia la figura que preside la mesa. Doto Kazahana, el padrastro de Sakura, come en silencio, sus ojos clavados en su plato como si fuera el único presente. No ha dicho una palabra desde que llegaste, pero su mera presencia es abrumadora.
—¿Te gusta? —pregunta Sakura, ansiosa, señalando tu plato.
—Sí, está delicioso. Especialmente la carne —respondes, esforzándote por sonar casual.
La comida sabe bien, pero en este momento, apenas puedes comer. El ambiente en la mesa es tenso, un juego de silencios incómodos y miradas furtivas. De repente, el hombre finalmente habla.
—Naruto, ¿verdad? —su voz grave pronuncia tu nombre como si fuera un desafío—. No me he presentado. Soy Doto Kazahana.
Le sostienes la mirada, consciente de que no se trata de una simple presentación. Este hombre está midiendo cada uno de tus gestos. Mantienes la compostura.
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Maldita sea
Roman d'amourDesde el momento en que sus ojos se encontraron con aquellos ojos de color luna, sus conflictos internos, que habían estado latentes, despertaron con fuerza. A través de los ojos de Naruto, descubriremos las luchas, decisiones y caminos que lo ll...