Anonymous. ©

VI

Querido Finn:

Hace cuatro días que no te escribo, y es que he tenido que sacar toda la poca fuerza que tengo para escribir estas palabras mediocres que ni siquiera estoy segura de que leerás. Estos días no han sido buenos, Elliot. Nada de buenos.

Todo ha ido cuesta abajo, y no sé qué hacer.

Mi abuela ha tenido un paro, Elliot, uno mucho más grave que los que le antecedían y estoy tan asustada. Siempre he tenido en la cabeza la idea de que ella estaría conmigo toda la vida, que se me ha olvidado por completo su enfermedad crónica y su avanzada edad. Soy una estúpida.

Estos últimos días ni siquiera he puesto atención en la escuela, aunque no importa ya que ahí soy más fantasma que persona. Me duele la cabeza y las ojeras son bastante notorias y oscuras debajo de mis ojos. Mis brazos y piernas arden de tanto correr del hospital a mi casa, para bañarme y cambiarme de ropa, luego a la escuela y de nuevo al hospital. No tengo idea de cómo lo hago, si ni siquiera tengo fuerzas para respirar.

Soy tan débil, Finn, que no sé si podré soportar lo que queda de semanas sólo durmiendo dos horas al día y alimentándome con galletas y café, porque estoy tan mal que ni siquiera he tocado las manzanas. Realmente tengo miedo, tanto como nunca en mi vida. Dime, ¿qué haré sin ella?

Mi abuela es mi vida. Lo único bueno que me ha pasado, una de mis razones de existencia, ¿Qué demonios haré sin ella aquí? Estoy completamente sola, y es triste saber que escribiéndote es la única manera en la que me siento menos sola.

Por ella he dejado de hacer tantas cosas, por ella me he negado a dejar que los pensamientos erróneos me hagan cometer una locura. Sin ella no soy nada.

Esos pensamientos están volviendo, Elliot, y temo que pronto me hundan en su oscuridad y ya no haya salida. Sé que la única forma de salir de ahí es ver tu sonrisa. Necesito ver tu sonrisa para que calme toda esta angustia que siento. Sé que tú eres mi medicina, Elliot.

Porque cuando tú sonríes, todo es mejor.

Con cariño,

-A.