5. Toxina

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Cuando Claudio y su mamá llegaron a la casa, las cosas dieron un giro de 360°, ya que se podía notar más calmado y menos angustiado. El solo hecho de sentir el aroma a su hogar, escuchar a su hermano Fran con su amigo en la pieza, escuchar a su papá riéndose en el sillón de la sala, le daban un confort inexplicable que solamente podría encontrar ahí.

Se sentó en una de las sillas de la cocina y su mamá se sentó a su lado, dándole un abrazo y un beso en la cabeza, para después acariciar el pelo de su hijo. Lo acariciaba y lo peinaba porque sabía que así su hijo se iba a sentir mejor, y lo hizo, a los segundos Claudio estaba respirando calmadamente, entonces decidió separarse de él para por fin hablar del tema.

—¿Me querés contar…? —dijo la mujer, así Claudio sonrió recordando a su reciente encuentro con Aaron, asintió y empezó.

—Pasa que le conté algo a Meli… Y bueno, me pegó. —su mamá lo mira con los ojos entrecerrados. Claudio sonríe.

—Ahora profundizá. —

—Ultimamente me siento confundido. —suspira, suspira para calmarse, suspira para pensar y seguir. —Mis sueños, mí entorno… Todo está re raro, como… Diferente. —dice, tratando de ocultar la angustia y el nudo que sentía en la garganta.

—Vos podés… ¿Estás seguro de que querés hablar de esto? —le acaricia el pelo, después baja la mano a su mejilla izquierda y la acaricia con el pulgar. Claudio sonríe levemente, con unos ojos que muestran una especie de miedo.

Asiente y sigue —Vos me… Me seguirías queriendo si… Yo fuera… Raro? —su mamá sonríe, la mujer que le dió la vida lo conoce tan bien que ya sabía por dónde iba la cosa.

—Si, chiquito… —toma la mano de su hijo y la pone entre las suyas, la acaricia.

—M-me gusta… Me gusta Agus. —su mamá lo abraza, sonríe y Claudio empezó a sentir como sus lágrimas empiezan a caer por sus mejillas, mojando el hombro de su madre.

—No llores, bichito de agua dulce… —Claudio rió al escuchar eso, su mamá era experta en apodos boludos como ese. —Mami ya sabía que querías decirle eso… —Claudio se acurrucó más en su mamá.

—Te amo, má —

—Te amo más, bebito —.

—Igual falta contarles a papá, a Franco y a mis amigos de la banda. —dijo Claudio unos momentos después. Su mamá se separó y asintió.

—Sí, pero igual, tomate tu tiempo, eh, nadie te apura, nene. —sonrió, Claudio también, después de eso su mamá se limitó a ir a la sala y sentarse al lado de su esposo a mirar la tele. Él se quedó un rato más en la cocina, mirando su celular y demás.

Se le prendió la lamparita y, con una cara de perrito mojado, se fue a la sala y miró a sus papás. Los mayores se dieron cuenta al instante de que algo quería, por lo que obtuvo su atención al instante.

—¿Qué querés ahora? —Claudio se hace el ofendido ante la pregunta de su papá.

—¡Me ofende que piensen que quiero algo! Solamente quiero pasar tiempo con mis amados progenito-

—Dale, Claudio. —lo interrumpe su mamá.

—¿Pueden venir los gurises a dormir acá a casa? —dice con una sonrisa, carita de bien portado para ver si convence a sus papás.

—¡No! ¡Ya sabés lo que pasó la última vez! —su mamá lo señaló con el dedo índice y seguidamente negó con el mismo, Claudio hizo un puchero recordando la última vez que se juntó con Agustín en su casa.

Fue un viernes a la nochecita, tipo 8, se encerraron en la pieza de Claudio y así empezó la diversión. Una historia inventada por ellos mismos, uno era el zombie y el otro tenía que tratar de ocultarse en un refugio de almohadas y sábanas. Hasta que a Claudio se le ocurrió la grandiosa idea de voltear el colchón de su cama para poder tener una casa-refugio bien hecha.

Puede Ser [Agustín Ruberto x Claudio Echeverri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora