Capítulo 3 masaje y el inicio de semana

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Desperté a la mañana siguiente sintiéndome agotado, pero profundamente satisfecho. A mi lado, el espacio donde había estado Abril se encontraba vacío. Me incorporé lentamente, mirando a mi alrededor con ojos soñolientos.

Fue entonces cuando la vi, sentada en el escritorio de su habitación, concentrada en hacer sus tareas. Sus pies descalzos sobresalían de debajo de la mesa, tentándome con su presencia.

"Buenos días," dije, aclarándome la garganta. "¿No pudiste dormir más?"

Abril se giró hacia mí, regalándome una sonrisa cansada. "Oh, hola. No, tenía que terminar algunos trabajos antes de que empezara la semana. Ya sabes cómo es."

Me levanté de la cama y me acerqué a ella, notando la tensión en sus hombros. "¿Necesitas ayuda con algo? Te ves un poco estresada."

Ella suspiró, pasándose una mano por el cabello. "La verdad es que sí. Hay un par de problemas que no logro resolver. ¿Podrías echarme un vistazo?"

"Por supuesto," respondí, sintiendo cómo mi corazón aceleraba. "De hecho, creo que podría ayudarte a relajarte un poco primero."

Abril me miró con curiosidad. "¿A qué te refieres?"

Me arrodillé frente a ella, tomando suavemente uno de sus pies entre mis manos. "¿Qué te parece si te doy un masaje? Pareces tener los pies algo cansados."

Ella parpadeó, sorprendida por mi ofrecimiento. "Bueno, yo... supongo que no estaría mal."

Lentamente, comencé a masajear su pie, deleitándome con la suavidad de su piel y el aroma a sudor que emanaba de ella. Abril se relajó visiblemente, soltando un pequeño suspiro de alivio.

"Mmm, eso se siente tan bien," murmuró, cerrando los ojos. "No tenía idea de que fueras tan bueno en esto."

"Tengo mis trucos," respondí con una sonrisa, concentrándome en cada uno de sus dedos, aplicando la presión justa para aliviar la tensión.

Abril permaneció en silencio, dejándose llevar por la sensación de mis manos acariciando sus pies. Podía ver cómo su expresión se suavizaba, y me maravillaba de la forma en que parecía disfrutar de mis atenciones.

"¿Te gusta?" pregunté en voz baja, deslizando mis pulgares por la planta de su pie.

"Sí, me encanta," suspiró ella, hundiendo los dedos en el mullido tapete. "Es tan relajante."

Continué masajeando sus pies con dedicación, explorando cada curva y cada recoveco, deleitándome con la suavidad de su piel. Abril parecía estar en otro mundo, completamente entregada a la sensación.

"Tus pies son tan lindos," murmuré, sin poder contener mi admiración. "Me gusta tocarlos."

Ella abrió los ojos, mirándome con una mezcla de sorpresa y algo que parecía ser deseo. "¿De verdad? Yo... no tengo idea de que te gustaran tanto."

"Buenooo sólo un poquito," confesé, sintiendo cómo el calor se apoderaba de mis mejillas. "Son tan lindos."

Abril se mordió el labio, y pude ver cómo sus mejillas se sonrojaban. "Bueno, si te gusta tanto, puedes seguir haciéndolo. Me siento muy relajada."

Una oleada de emoción me recorrió al escuchar sus palabras. Con renovado entusiasmo, continué masajeando sus pies, explorando cada recoveco y deleitándome con cada suspiro que escapaba de sus labios.


Después de pasar la mañana deleitándome con los pies de Abril, finalmente me despedí y me dirigí a mi propia casa. Sin embargo, una vez solo, me resultaba imposible dejar de pensar en lo que acababa de vivir.

Los pies de mi amiga abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora