El aula estaba inundada por la luz del sol de media mañana, que se filtraba a través de las persianas de las ventanas. Había un zumbido constante de conversaciones, risas y el ocasional sonido de un libro cayendo sobre el escritorio. En medio de todo esto, estaba yo, sentado en mi escritorio, tratando de concentrarme en la clase de biología, pero con la mente vagando en todas direcciones, excepto en la que el profesor intentaba guiar.Abril, la chica que ocupaba mis pensamientos la mayor parte del tiempo, estaba sentada a mi lado, como siempre. Hoy, sin embargo, había algo diferente en el aire. No era solo su cercanía habitual, que siempre me ponía nervioso y me hacía sentir como si las palabras se atascaran en mi garganta. No, hoy era algo más. Abril estaba actuando de una manera que era a la vez intrigante y desconcertante.
—¿Estás prestando atención? —me susurró, inclinándose hacia mí lo suficiente como para que pudiera oler el dulce aroma de su perfume, una mezcla de flores y algo cítrico.
—Eh... sí, claro —mentí, desviando la mirada hacia la pizarra, donde el profesor estaba hablando sobre las características de las células vegetales.
Ella sonrió, una sonrisa traviesa que solo me hacía sentir más inseguro. Pero entonces, sin previo aviso, Abril hizo algo que me dejó completamente descolocado. Con una rapidez que apenas pude seguir, se deslizó fuera de sus zapatos, los empujó discretamente bajo su escritorio, y se quitó las medias.
Mis ojos se agrandaron de sorpresa. ¿Qué estaba haciendo? Aunque intenté mantener la vista fija en mi cuaderno, no pude evitar notar que sus pies estaban completamente descalzos ahora. A pesar de la confusión y la extrañeza de la situación, no podía negar que había algo fascinante en la audacia de su comportamiento.
Abril parecía disfrutar de mi reacción. Su expresión era una mezcla de inocencia y algo más atrevido, como si estuviera jugando un juego secreto en el que solo nosotros dos participábamos.
—¿Qué haces? —logré susurrar, esperando que el profesor no notara la conversación paralela que estábamos teniendo.
—Nada, solo estoy un poco incómoda —respondió, encogiéndose de hombros con una sonrisa que no coincidía con sus palabras—. Además, pensé que podría ser... divertido.
Mis pensamientos corrían a mil por hora, tratando de procesar lo que acababa de decir. Abril siempre había sido juguetona, pero esto era algo nuevo. Algo que me hacía sentir aún más nervioso de lo que ya estaba.
El profesor interrumpió mis pensamientos al anunciar que era hora de formar parejas para el próximo proyecto de biología. Los estudiantes empezaron a moverse por el aula, buscando compañeros, pero antes de que pudiera siquiera pensar en quién sería mi pareja, Abril se volvió hacia mí con una expresión que no admitía réplica.
—¿Te importaría si hacemos el proyecto juntos? —preguntó, aunque su tono sugería que ya había decidido por ambos.
—Eh, claro, suena bien —respondí, tratando de sonar casual mientras mi corazón latía con fuerza.
—Genial —dijo ella, volviendo a sonreír, pero esta vez había un brillo en sus ojos que me ponía nervioso de una manera que no podía explicar.
Mientras el profesor continuaba explicando los detalles del proyecto, noté que Abril no estaba prestando atención en absoluto. En su lugar, estaba mirando algo en su teléfono, su expresión concentrada. De repente, se inclinó hacia mí otra vez, acercando su teléfono a mi vista.
—Mira esto, —dijo en un tono bajo, mostrando una foto en su pantalla.
Era la foto de sus pies, que me había mandado en la mañana aún con las medias puestas. Mis ojos se agrandaron, y sentí un calor subir a mis mejillas.
—¿Qué...? —comencé a preguntar, pero ella me interrumpió.
—¿Te gusto? —preguntó, su voz un susurro travieso.
—Ehh... —balbuceé, sin saber cómo responder a algo tan inesperado.
Ella soltó una risa suave, disfrutando claramente de mi incomodidad.
—No te preocupes, —dijo, guardando su teléfono—. Solo estoy bromeando. Pero si te portás bien, tal vez en la noche te envíe algunas fotos más... pero esta vez, con mis pies desnudos. —Lo dijo con un tono juguetón que me hizo preguntarme hasta qué punto estaba hablando en serio.
Mis mejillas estaban ardiendo, y no pude evitar sonrojarme aún más. Abril me lanzó una última sonrisa antes de girarse hacia el profesor, que comenzaba a llamar la atención de la clase una vez más. Mientras trataba de concentrarme en la lección, no pude evitar pensar en lo que acababa de pasar. Abril siempre había sido provocadora, pero esto era algo completamente nuevo.
La clase continuó, pero yo estaba completamente distraído, mi mente girando alrededor de las palabras y las acciones de Abril. ¿Realmente me enviaría esas fotos? Y, si lo hacía, ¿qué significaba eso?
El resto del día pasó en una especie de niebla. Abril y yo trabajamos en el proyecto, aunque mi concentración estaba en todas partes menos en la biología. Ella parecía disfrutar manteniéndome en ese estado de desconcierto, a veces sonriendo para sí misma, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.
Finalmente, llegó la hora de salida. Mientras recogíamos nuestras cosas, Abril se volvió hacia mí con esa misma sonrisa enigmática.
—Nos vemos más tarde —dijo, levantando una ceja de manera sugerente antes de dirigirse hacia la puerta.
—Sí... nos vemos —respondí, mi voz sonando más débil de lo que me hubiera gustado.
La vi alejarse, y no pude evitar preguntarme qué significaba todo esto. ¿Era solo un juego para ella? ¿O había algo más detrás de sus acciones?
Esa noche, mientras estaba en mi habitación, no pude evitar revisar mi teléfono una y otra vez, esperando, aunque sin saber exactamente qué esperaba. La idea de que Abril me enviara esas fotos seguía girando en mi mente, y aunque me sentía nervioso, también había una extraña emoción en la anticipación.
Entonces, mi teléfono vibró. Miré la pantalla, y ahí estaba: un mensaje de Abril.
Lo abrí con manos temblorosas, y justo como había prometido, había una foto. Esta vez, eran sus pies, completamente descalzos
—¿Qué opinas? —decía el mensaje que acompañaba la foto, con un emoji de risa.
No sabía cómo responder. Mi mente estaba hecha un lío, y las palabras no parecían suficientes para expresar lo que estaba sintiendo. Finalmente, decidí jugar el juego.
—Son... bonitos, supongo —respondí, esperando no sonar demasiado nervioso.
Ella respondió casi de inmediato.
—Me alegra que pienses eso. Hay más donde esas vinieron... pero tendrás que esperar un poco más para verlas. Buenas noches ;)
Dejé caer el teléfono sobre mi cama, mi mente dando vueltas. Abril estaba jugando un juego, y yo estaba completamente atrapado en él. Pero mientras intentaba calmar