🌙 ━━ ━ • • • ❪ 𝐌𝐀𝐍𝐆𝐀𝐓𝐀 ❫
❛ Porque Hyacinth era el reflejo
distorsionado de la Luna de su
pasado sobre el océano de su
futuro ❜
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━ ❛ Black clover fanfic, Yuno × Fem! OC
━ ❛ Mención a temas sensibles
━ ❛ Gráficos hecho...
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⿻ꦿ ❛ MANGATA ❜ ⸼ꪮᤢ₊̣̇ página diecisiete ❫:•
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Los golpes resuenan en la sala.
Cada chico que se acercaba era alejado por una patada con rapidez. Cada chico que intentaba herirla era mandado lejos con sus golpes antes de poder siquiera intentar algo.
La pequeña de cabellos lilas descansa apenas unos milisegundos antes que el próximo chico se lance contra ella. Apenas puede esquivar su puño que iba directamente a su rostro, los ojos carmín de su rival se enfurecen pero ella trata de ignorarlo. Su rodilla se eleva, golpeando su estómago, para después alejarlo de un empujón.
El entrenador la felicita, ha podido con más enemigos que la última vez y le concede un descanso. La pequeña niña se sienta cerca de la ventana del cuarto, observando a los demás niños entrenar en el patio.
Es entonces cuando su mirada se centra en ese cabello rojizo que está en llamas. No puede evitar querer mirarlo más pero le llaman para seguir entrenando.
Y es en ese momento donde sus miradas se cruzan y él le da una enorme sonrisa.
Hyacinth odiaba ese lugar, odiaba a sus superiores y odiaba entrenar.
Lo único por lo que no se había roto la voluntad de Hyacinth era por Chrysan.
El bosque de las brujas era, sin duda, impactante.
Repleto de árboles que escondían el secreto en aquella montaña pero con una reina cuyo poder mágico se sentía incluso en la frontera. Juraba haber oído algo por boca de Vanessa sobre el lugar, ella realmente no hablaba mucho de eso. Solo recordaba lo gracioso que le había parecido (con un par de drogas encima) el hecho de que eliminarían a cualquier hombre que entrara.
Ahora que Domina lo decía y prácticamente la mitad del grupo eran chicos, ya no sonaba tan gracioso.
Había vuelto a encender su cigarro, inhalando y exhalando con rapidez. Quería sentirse tranquila pero el simple hecho de sentir el maná de Fanzell no ayudaba. A pesar de que Finral le hubiera dicho que podía confiar en él, no podía dejar de recordar al tipo que le había enseñado a usar las espadas.
