VEINTE

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Tom Kaulitz

Estaba sentado en la habitación de hospital, mirando fijamente la figura pálida de Sam, conectada a una maraña de cables y máquinas. Mi mente se sumergió en el pasado , recordando la primera vez que la conoci.

"La primera vez que vi a Sam fue en una fiesta, con la música suave resonando en el aire y las luces tenues iluminando la habitación. Ella me llamó la atención por su sonrisa radiante y su pelo rubio brillante, que caía en ondas suaves sobre sus hombros. Su presencia era magnética y su cuerpo se movía con una gracia y sensualidad que me provocaba perder el control. Me sentí atraído por su confianza y libertad, y me acerqué a ella hipnotizado. Cuando nuestros ojos se encontraron, sentí un choque eléctrico que me dejó sin aliento. Me presentaron y empezamos a hablar, descubriendo que teníamos una conexión profunda. Ella tenía una risa contagiosa y una forma de hablar que me hacía sentir cómodo y relajado. Fue como si el tiempo se detuviera, y todo lo que existía era ella y yo, perdidos en nuestro propio mundo."

Me levante y me acerque a la cama de Sam, tomándole la mano.

Intenté protegerte, mantenerte a salvo de todo daño. Pero en mi intento de protección, te puse en peligro. Si no hubiera... Si solo hubiera... "

Mi voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a fluir. Me senté en la cama, abrazando a Sam con fuerza.

- Lo siento, Sam. Lo siento tanto. No quiero perderte. No puedo perderte.

Las máquinas pitaban y zumbaban, pero solo escuchaba el silencio de Sam. El silencio que lo estaba consumiendo.

-¿Cómo estás? -me preguntó Bill desde el marco de la puerta, con una expresión más serena que antes.

-No lo sé -respondí, mirándolo con los ojos llorosos.

Bill se acercó a mí y me dio un abrazo cálido.

-Ella va a estar bien -me consoló-

- Ella y los bebés van a salir de esto - Lo mire enseguida, sintiendo un nudo en la garganta.

- aún no lo sabemos - miro a Sam

-Tengo miedo, Bill. Por primera vez en mi vida, tengo miedo -confesé, mirando a mi gemelo con lágrimas en los ojos.

-Bill, no puedo perderla -dije, con mi voz temblando-. No puedo perderlos. -Me sentí abrumado por la emoción y me desplomé en la silla junto a la cama de Sam, sintiendo que mi mundo se derrumbaba.

Bill se sentó a mi lado y me puso una mano en el hombro. -Tom, vamos a salir de esto juntos -me dijo-. Vamos a apoyarnos mutuamente y vamos a hacer que todo salga bien.

Miré a Sam, que yacía en la cama, conectada a todas esas máquinas. -¿Y si no sale bien? -pregunté, mi voz apenas un susurro-. ¿Y si la pierdo?

Bill me miró con una expresión de determinación. -No vamos a permitir que eso suceda -me dijo-. Vamos a luchar por ella, por los bebés y por nuestra familia.

Me sentí un poco más fuerte con las palabras de Bill, pero el miedo seguía allí, acechando en el fondo de mi mente. Sabía que teníamos un largo camino por delante, pero con Bill a mi lado, sentí que podía enfrentarlo.

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Habían pasado 25 minutos aproximadamente, todo iba "bien" entre comillas. Me habían sacado del cuarto de Sam, para que ella estuviese en calma. Pero el miedo prevalecía en el fondo de mi corazón, como un peso que me aplastaba. El miedo de perderla, perder a esa chica tan linda que un día conocí y se volvió mi todo. El miedo a perder esos lindos ojos que me miraban con amor y ternura cada vez que me levantaba. Era un miedo intenso, nunca había amado a alguien tanto como amaba a Sam. Me sentía vacío, sin aire, sin esperanza. Mi mente estaba llena de pensamientos sombríos, de imágenes de un futuro sin ella. No podía soportar la idea de vivir sin su sonrisa, sin su risa, sin su abrazo. El tiempo parecía haberse detenido, cada segundo era una eternidad. Y entonces, escuché las palabras que me destrozaron el alma...

SCREAM / TOM KAULITZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora