Capítulo №2

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Había mucha comida en la mesa junto a la ventana, quesos, frutas, panes, carnes, agua y un liquido azul de procedencia dudosa

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Había mucha comida en la mesa junto a la ventana, quesos, frutas, panes, carnes, agua y un liquido azul de procedencia dudosa. Yo tragué todo lo que pude hasta que dejé la mesa hecha una porqueriza, me sentía como un animal de mi granja, pero era lo primero que comía en dos días. Nunca me había bañado con agua tan caliente y estaba en un lugar tan iluminado, todo olía bien y era demasiado pulcro. Entre tanto lujo, limpieza y confort, me sentía más incómoda que nunca, y no era por mi suciedad de la que se burlaban, ni de el olor a animal muerto que oí mencionar por los pasillos, era mi interior el que sentía que no correspondía a estas paredes grises, frías y vacías. Tenía tantas interrogantes por resolver, y una boca completamente hinchada que no podía hablar.

Iba envuelta en una gran toalla blanca que temía manchar, observaba cada detalle de la enorme habitación y hasta disfruté de la satisfactoria sensación de que mis pies toquen el suave piso acolchonado. Sobre la cama había ropa negra, toda negra como la de los Anion, y unas botas enormes. Me vestí con dificultad temiendo no entrar en las prendas y me observé en un enorme espejo casi no creyendo lo que veía, mi cuerpo era otro con estas ropas ajustadas y resistentes; me puse un abrigo y aún así tiritaba de frío, este lugar no era cálido como la parcela amarilla. Me quedé sentada en la punta de la cama y también descubrí una nueva textura suave, lejos del cuero de los animales con el que me tapaba en casa. De repente la puerta se abrió y una mujer Anion entró, vestía igual que yo pero ella portaba un arma y cuchillo en sus piernas. Caminó hasta mí sin quitarme la vista de encima y me puse de pie antes de que me lo pidiera.

—Debes peinarte, Helen —pidió con un tono frío y distante, pero lejos de ser autoritario.

—Ya me he peinado...

—Debes hacerlo así —explica y señala su cabello.

Su cabello era negro y brillante como la noche, completamente pegado al cuero, sin ningún pelo rebelde y con una trenza larga. Mi cabello naranja parecía alambre de cobre, y no solo por el color, sino también por la textura áspera y rígida. Me llevó al baño y me enseñó cómo hacerlo, había un producto transparente que lo dejaba quieto, y la trenza la hizo tan rápido que le perdí la pista.

—Así debes estar siempre.

—Nunca me habían peinado —explico, y por primera vez ví una pequeña modificación en su cara inexpresiva.

—Ahora ya sabes cómo hacerlo —dijo y me regaló una mínima, casi imperceptible sonrisa—, debo llevarte al laboratorio.

En el camino sentía que era una de las vacas de mi granja, de esas que sabían que iban camino a la muerte, la carne comienza a ponerse tensa y te sudan las manos, tienes tanto nerviosismo que se te nubla el campo de visión y parece que vas a desmayarte. Podía sentir la mirada de cada militar de ojos verdes que me encontraba en el camino, no podía saber lo que pensaban puesto que parecían máquinas al momento de servicio, pero podían ser crueles en descanso y reírse de mí a mis espaldas. Al llegar ella me anunció y adoptó una pose diferente, y ahi supe cómo debía comportarme para no recibir otro golpe, ya no estábamos en descanso, estaban en servicio.

ANION #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora