ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

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Recuerdo el olor a sangre y sudor que impregnaba el aire, el sonido de la respiración agitada de mi víctima, y la sensación de la adrenalina que corría por mis venas como un río desbordado.

La Lista Roja no era un simple papel, definía la vida y la muerte de las personas.

"10 reglas, 10 nombres" era la frase que los caracterizaba.

Y una vez dentro, no había vuelta atrás. O asesinabas o te asesinaban. Esto no estaba hecho para personas frágiles. Pasabas tus días viendo morir a gente que nunca en tu vida habías visto, y constantemente cargabas con la sangre de un desconocido en tus manos.

Pero lo disfrutaba. No estaba loca, no era sádica, ni mucho menos psicópata.

Me uní a la Orden Mano de la Muerte buscando un propósito, un sentido de pertenencia en un mundo que me parecía vacío y sin rumbo. Pero pronto descubrí que el poder que tenía sobre el destino de los demás era lo que realmente me hacía sentir viva.

Sin embargo, nosotros no eramos más que simples peones, dentro de este retorcido juego de ajedrez, junto a los guardianes de la lista. Ellos estaban a un nivel más arriba que nosotros, pero sólo se encargaban de corroborar tanto la ejecución de los asesinatos como de las reglas.

Nosotros matábamos, ellos nos mataban, a ellos los mataban y así sucesivamente. Era una especie de red que no dejaba de crecer.

Pero había algo más complejo, no muchos querían hablar, pero todos eramos controlados más allá de las sombras, en el anonimato.

Según decían, lo llamaban el Supremo, pero nadie conocía su rostro. Era como un fantasma, una presencia que se sentía pero no se veía. Tenía la capacidad de manejar las piezas estrategicamente dentro del tablero, como si tuviera un plan más grande en mente.

Y mientras que en las sombras, los asesinos nos preparamos para cumplir con nuestro deber; en el mundo exterior, las personas permanecen ajenas al oscuro juego que se desarrolla bajo sus pies. No saben que su destino ya fue sellado, y el camino de los asesinos marcado por su sangre.

La historia se escribe en tinta roja, en las páginas de una lista que no deja de reclamar el nombre de víctimas.

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ʀᴇᴅ ʟɪꜱᴛ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora