ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 1

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―¿Sabes por qué me llaman Pierce? ―Sonrío con malicia, disfrutando el miedo que emana del hombre que yace debajo mío

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―¿Sabes por qué me llaman Pierce? ―Sonrío con malicia, disfrutando el miedo que emana del hombre que yace debajo mío.

Su cuerpo tiembla como una hoja en un vendaval. Su rostro pálido y sudoroso refleja la desesperación que lo consume, mientras sus ojos oscuros buscan un atisbo de compasión en mi mirada.

Hace mucho tiempo que la compasión me abandonó.

Es por ello que desconocemos la historia de vida de los que asesinamos, si son buenos, si son malos, si tienen familia o no.

Mi daga se desliza sobre su piel como una serpiente que se arrastra por la hierba. El acero frío y afilado parece absorber la luz a su alrededor, dejando solo un rastro de miedo en su estela.

―Mi arte es la perforación. ―digo en un susurro cerca de su rostro. ―Y tú, eres mi próximo lienzo.

No hay remordimientos.

Puedo ver como la sangre, cae lentamente como un río rojo. Puedo sentir el latido de su corazón, débil y errático, como un tambor que se apaga. Y sólo me limito a trazar patrones intrincados en su piel, como un artista que crea una obra maestra.

El hombre intenta gritar, pero su voz es apenas un balbuceo, un débil gemido que se pierde en el silencio. Sus ojos están fijos en los míos, llenos de miedo. Y puedo ver su alma, atrapada en una jaula de terror, implorando por misericordia.

Pero no hay misericordia.

Mientras lo observo, siento una mezcla de emociones. Una curiosidad morbida por cómo he llegado a disfrutar tanto de este acto.

Él intenta moverse, pero lo detengo clavando aún más mi daga en su piel, sin embargo, ya no siento la necesidad de seguir usándola.

La obra está completa.

Me inclino hacia adelante, y con mi rostro cerca del suyo, puedo sentir su aliento, su calor. Es como si estuviéramos conectados, unidos por algo más que la sangre y el dolor. En esos momentos me pregunto si alguna vez fuí capaz de sentir empatía, si alguna vez fuí capaz de ver a mis víctimas como algo más que simples objetivos.

―Te has portado muy bien. ―acaricio su rostro y aparto algunos mechones de pelo, para luego enderezarme.

El hombre no responde, pero sé que entiende. Sé que sabe que ha sido parte de algo especial.

Me siento en el suelo, y me quedo allí observando como brota la sangre de los hoyos que le he hecho a lo largo de su cuerpo, hasta que logra desangrarse por completo.

No había apuro, nadie vendría.

―Es perfecto. ―murmuro sintiendo una sensación de orgullo y satisfacción con el resultado.

Paso mi dedo por la sangre y la miro por unos segundos; mi asesinato 210 y se vé tan especial, tan placentero. Sin embargo, en el fondo de mi mente, una voz susurra que tal vez, sólo tal vez, estoy perdiendo algo de humanidad con cada corte que hago.

ʀᴇᴅ ʟɪꜱᴛ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora