"—¡Mamá, mamá! —suplico con desesperación, intentando alcanzarla.
El fuego se ha apoderado de nuestra casa, devorando todo a su paso. Los destellos de las llamas iluminan el humo denso que llena la habitación. El calor es abrasador, y el estruendo de las paredes cediendo bajo el calor del incendio es ensordecedor.
—¡Reed, corre! —mi madre grita con un susurro desesperado, su voz apenas audible sobre el rugido del fuego.
No puedo dejarla, no puedo abandonarla.
En medio del caos, la figura de mi madre, envuelta en llamas, aparece como una visión aterradora. Su rostro, distorsionado por el dolor y el miedo, me suplica con una mirada de agonía silenciosa. Intento avanzar hacia ella, pero el fuego implacable me lo impide. La veo desplomarse, atrapada en el mismo incendio que está destruyendo nuestras vidas.
Mientras me arrastran fuera de la casa en brazos, el grito de mi madre se desvanece, transformándose en un eco incesante que resuena en mi mente. Las llamas se siguen extendiendo, devorando cada rincón de lo que solía ser nuestro hogar, y el sonido del incendio se convierte en una pesadilla interminable que persiste en mi memoria."
Despierto con el cuerpo empapado en sudor frío, el corazón acelerado, y la piel erizada. El sueño ha sido tan vívido que puedo sentir el ardor de las llamas, y el terror que sentí aquella noche. La pesadilla siempre vuelve a mí, recordándome la pérdida que nunca he logrado superar.
Mi madre. La imagen de su rostro envuelto en fuego, gritando mi nombre, me persigue como un eco interminable. Intento apartarlo de mi mente, pero la memoria está demasiado viva, demasiado fresca, como si el tiempo no hubiera pasado en absoluto. Siempre pienso que tal vez, si hubiera sido más rápido, si hubiera reaccionado de otra forma, ella aún estaría aquí. Quizás habría evitado el desastre, o tal vez, solo tal vez, la habrían salvado.
Me incorporo en la cama, forzando la respiración, tratando de calmar el temblor en mis manos. No puedo quedarme en este lugar, atrapado en el pasado. El apartamento está en silencio, roto solo por el zumbido del refrigerador y el lejano ruido del tráfico. No hay nada aquí que me consuele. Este lugar, estas paredes frías, todo me recuerda a la soledad que me ha seguido desde esa noche.
Me levanto y me dirijo a la cocina, buscando algo que apague el fuego que arde dentro de mí: el café. La taza de café humeante en mis manos no hace mucho por calmar el caos en mi mente, pero es lo único que conozco para intentar apaciguar la tormenta. La oscuridad de la mañana se disuelve lentamente, y la luz tenue entra por la ventana, iluminando las sombras en las que me he refugiado por tanto tiempo.
Miro la caja de recuerdos que todavía tengo en la mesa. Las cartas, las fotos descoloridas, cada uno de esos objetos desgastados por el tiempo parecen burlarse de mí. Quizás debería guardarlos otra vez, ocultarlos lejos de mi alcance, pero no puedo. No puedo evitar enfrentarme a ellos, porque en el fondo sé que la culpa nunca se irá. El fuego, esa maldita imagen, sigue ardiendo en mis recuerdos. La vi por última vez, sola, enfrentándose a lo imposible, y yo no fui lo suficientemente rápido.
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ʀᴇᴅ ʟɪꜱᴛ ©
Aksiyon―¿ᴇꜱᴛᴀ́ꜱ ᴘʀᴇᴘᴀʀᴀᴅᴏ ᴘᴀʀᴀ ᴠᴇʀ ᴅᴇ ǫᴜᴇ́ ᴇꜱᴛᴏʏ ʜᴇᴄʜᴀ, ʀᴇᴇᴅ? ―ᴅɪɢᴏ, ᴊᴜɢᴜᴇᴛᴇᴀɴᴅᴏ ᴄᴏɴ ᴜɴᴀ ᴅᴀɢᴀ ᴇɴᴛʀᴇ ᴍɪꜱ ᴍᴀɴᴏꜱ. ―ᴇꜱᴛᴏʏ ᴀɴꜱɪᴏꜱᴏ ᴘᴏʀ ᴅᴇꜱᴄᴜʙʀɪʀʟᴏ, ᴄʜᴀʀʟᴏᴛᴛᴇ. ―ʀᴇꜱᴘᴏɴᴅᴇ ᴄᴏɴ ᴜɴᴀ ꜱᴏɴʀɪꜱᴀ ᴀʀʀᴏɢᴀɴᴛᴇ, ᴇꜱǫᴜɪᴠᴀɴᴅᴏ ʟᴀ ᴅᴀɢᴀ ǫᴜᴇ ᴀᴄᴀʙᴏ ᴅᴇ ʟᴀɴᴢᴀʀ ᴀʟ ʟᴀᴅᴏ ᴅᴇ ꜱᴜ ᴄᴀʙᴇᴢᴀ. ᴏʀɪɢ...