La angustia del mundo está en mi lengua. Parte 1

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Cada acción, real o percibida, conlleva su propio conjunto de consecuencias.

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Andy, al sentir una palma fría en la espalda, esbozó una sonrisa falsa. Estaba a punto de ser exhibida. Se dio la vuelta y sonrió plásticamente a la atractiva pareja que seguramente significaba mucho para el éxito continuo de la editora. Miranda sólo la mostraba ante contactos que le interesaban especialmente para su puesto.

Andy asintió en los momentos adecuados, se rió jovialmente de los chistes aburridos y comentó lo encantadores que eran sus puntos de vista. Ella encantaba y cautivaba. Desempeñó muy bien su papel de esposa perfecta: Andy era el trofeo más brillante de los presentes.

La joven sintió la tensión de la simulación. Su sonrisa vaciló. "Disculpe", ofreció con inexpresividad, con el rostro en una expresión de cordial cortesía. No se volvió para mirar a la editora. No necesitaba mirar para saber que Miranda tenía la misma expresión vacía. Andy cogió una copa de champán de un camarero que pasaba mientras ella se hacía a un lado y evitaba a todo el mundo. Necesitaba un poco de aire. Se sentía sofocada y estrangulada en aquella habitación con tanta finura artificial.

La habitación contigua estaba menos llena, sus altas ventanas daban a un horizonte iluminado. Andy se movió con facilidad por el perímetro de la habitación, deteniéndose frente a una de las grandes ventanas. Bebió lentamente el alcohol mientras sus ojos bebían con anhelo la libertad que se encontraba justo fuera de su alcance al otro lado del cristal. El estruendo de la fiesta desapareció de la conciencia de Andy mientras su mente vagaba lejos y lejos de los confines restrictivos de su situación.

—Seis. —Los ojos castaños se clavaron en el reflejo de Nigel. Se miraron las imágenes transparentes del otro, sus rostros sombríos y resignados. —Me han enviado a recogerte —su inflexión transmitía su disgusto. A qué, exactamente, Andy no estaba segura.

Apuró la copa pero no dijo nada. Sus dedos jugaron distraídamente con el tallo de la copa. No se giró.

—No fue lo que esperabas, ¿verdad? Nigel se acercó a ella y apartó la mirada de su reflejo para contemplar la grandiosa ciudad.

—No —dijo ella rotundamente, sin pretensiones. No tenía energías para fingir con él. Ambos sabían muy bien cómo era Miranda. Ambos habían sentido profundamente la punzada aguda de la traición de la editora. Ambos comprendieron finalmente lo que les sucedía a los más leales a ella: los dejaban de lado y los olvidaban.

—¿De verdad creías que ella cambiaría por ti, cariño? —Él era más duro, más agudo, más cruel. Más parecido a Miranda.

Andy finalmente se giró para mirarlo de perfil. Su corazón quería doler por lo que había sido de él, pero no podía recordar la sensación de simpatía—. No puedo imaginarme siendo alguna vez tan inocente e ingenua. —Los ojos marrones miraron fijamente su propio reflejo—. Creer que Miranda cambiaría por alguien o por algo. Especialmente por el amor —su voz era objetiva, plana y carente de cualquier registro emocional. Tal vez ella también se parecía más a Miranda.

El cambio atmosférico que siguió a Miranda alertó al dúo de que la editora había entrado en la habitación y probablemente se dirigía a su posición. Suspiros imperceptibles escaparon tanto de Nigel como de Andy mientras se giraban y adoptaban sus personalidades habituales.

"Deberíamos haber sido actores", el tono jovial fue acompañado por una amplia sonrisa. Solo la gravedad en sus ojos arruinó la declaración indiferente de Nigel. Se movió lentamente por el piso para indicarle a Miranda la ubicación de Andy.

Mirandy One Shot - Segunda EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora