Prólogo

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JUN

Permanezco sentado en mi coche con la mirada perdida. La lluvia empieza a caer en forma de fina neblina y, cada pocos segundos, las escobillas del limpiaparabrisas sacuden y retiran la humedad, revelando exactamente el mismo panorama que me había dejado con la oca abierta cinco minutos atrás.

—¿Y bien? —me dice una voz al oído—. ¿Ya has llegado? ¿Él está sorprendido?

Miro a los dos hombres que se abrazan contra un coche en un rincón oscuro del aparcamiento del pub. —Todavía no, pero lo estará.

—¿Perdón?

Suspiro y me doy un fuerte golpe en la cabeza contra el cabezal, pero por desgracia es demasiado blando para hacer daño. —No puedo creerlo, —digo en voz alta—. ¿Cómo soy tan jodidamente estúpido?

—¿Qué ha pasado? —La voz ligera y divertida en mi oído se vuelve bruscamente cautelosa y aprieto el teléfono con el puño, deseando poder atravesar el teléfono y que me abrace. Los abrazos de mi mejor amigo son los mejores.

—Bueno, lejos de estar eufórico por haber vuelto pronto de mi viaje de negocios y a tiempo para San Valentín, mi novio desde hace un año está ahora mismo demasiado ocupado metiéndole la lengua por la garganta a otro hombre y follándoselo en seco como para darse cuenta.

—¿Pero qué mierda? —La indignación es evidente en su voz, pero no me sorprende. Yo estaría igual si alguien le hubiera hecho esto.

—Sip. —Observo cómo la cabeza rubia de mi novio cae hacia atrás de una forma que conozco íntimamente—. Y él acaba de correrse.

—Espero que sea la última vez que se corre y que al final acabe con una reserva de semen tan grande que le exploten los huevos y se ahogue en ella.

Parpadeo y me estremezco. —Jesús, ¿es eso una cosa real? ¿Has visto alguna vez que eso haya pasado?

Él resopla. —No, claro que no. Soy un enfermero, Jun. Eso no me convierte en una autoridad mundial en todas las enfermedades del mundo. Trabajo en Urgencias. Los sábados por la noche hay sobre todo hombres y mujeres borrachos llorando y gente con objetos domésticos metidos en sitios para los que no se inventaron. De hecho, le deseo eso al cretino. Una aspiradora le haría guardárselo en los pantalones por primera vez. Menudo imbécil.

Veo a los dos hombres separarse y me doy cuenta con un escalofrío de que el otro hombre es Hyunjin, del departamento de Adquisiciones.

Él lleva meses insinuándose a Jeongin, mi novio, pero Jeongin siempre se había reído de ello, refiriéndose a él como torpe y diciendo que llevaba demasiado aftershave. Bueno, obviamente ha superado ese problema admirablemente, pienso con amargura. Pero así es mi novio.

Es un hábil solucionador de problemas.

—Bueno, tú me lo advertiste, —digo en voz baja, viendo a los dos hombres subirse al Ford Focus de Hyunjin y marcharse—. Dijiste que era un donjuán.

—Dije que era un imbécil, no un donjuán, —me corrige—. Bebé, lo siento, —añade en voz baja—. Me gustaría tanto que las cosas hubieran sido diferentes y que él hubiera cambiado por ti, pero lo escrito en las paredes de los retretes de Londres no miente. —Hace una pausa—. La próxima vez que vaya a The King's Head me llevaré un Sharpie. Hay que informar a los hombres de Londres de que Jeongin Thomson tiene un pene muy pequeño y un caso grave de gonorrea.

Resoplo. —Mierda, no me hagas reír, —digo, frotándome la frente con cansancio.

—¿Estás bien? ¿Necesitas que vaya a verte? Ahora estoy en mi descanso, pero mi turno acaba a medianoche.

Blind (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora