1.- La Acumulación

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JUN

A la mañana siguiente me encuentro tumbado en una incómoda silla de plástico, intentando no mirar fijamente las imágenes terriblemente gráficas de las enfermedades de transmisión sexual que hay en las pizarras de corcho. Miro una especialmente horrible y cruzo las piernas, dando gracias por haber practicado sexo seguro desde la primera vez que lo probé.

La primera señal de su presencia es su voz gutural y luego el aroma de su colonia de albahaca y neroli. Miro de reojo a tiempo de verle acomodarse en el asiento de al lado y sonrío. No puedo evitarlo.

Beomgyu Henry Choi ha sido mi mejor amigo desde el día en que lo conocí y, sinceramente, creo que cuando me muera seguirá siendo igual.

Va vestido con unos chinos caqui ajustados, una camiseta gris y una cazadora vaquera, y parece agotado, con profundas sombras violetas bajo sus ojos. Pero incluso estando agotado sigue estando guapísimo, con su espeso y brillante pelo negro y su piel dorada. Sus ojos son de un marrón cálido y sus labios carnosos. Su padre es coreano y su madre rusa, y los genes de ambos se han combinado para dar lugar a alguien realmente impresionante. Sus cálidas personalidades también han creado una persona maravillosa. Beomgyu es amable y divertido, y te hace sentir bien con sólo estar con él.

Tiene una complexión delgada, pero oculta lo fuerte que es en realidad. Como enfermero, es capaz de levantar pesos que a otros hombres les costarían mucho trabajo, y está acostumbrado a calmar situaciones tensas que maneja con la calidez y facilidad de sus maneras.

No hay extraño que se le resista a Beomgyu. Tiene un encanto interior que le hace brillar.

Me da un codazo, con ojos cálidos y preocupados. —¿Estás bien?

Sonrío. —Estoy bien. Lo eché anoche.

—Bueno, espero que no hubiera sitio en la posada.

—No es el Niño Jesús, —murmuro.

—Si lo fuera habría empezado su vida en la M1 porque hasta el dueño de la posada lo habría mandado a la mierda.

Sacudo la cabeza mientras él suelta una carcajada enorme, sujetándose los costados con diversión, con todos los tatuajes negros de sus mangas brillando cálidamente en sus brazos.

—¿Qué te ha dicho? —pregunta finalmente.

—Me acusó de ser aburrido por intentar imponer la fidelidad, dijo que vivía conmigo porque le gustaba mi piso y admitió que siempre me ha sido infiel.

—Menudo hijo de puta, —sisea en voz alta e indignada. Una mujer cercana le lanza una mirada grosera, pero él la ignora alegremente, con los ojos fijos en mí—. Espero que le hayas dicho con qué cara.

—Se lo dije. —Sacudo la cabeza—. No es que sirviera de mucho. —Suspiro—. Otro que muerde el polvo. Creo que a estas alturas de mi vida estaría mejor soltero. Me compraré un gato y moriré como un viejo solitario.

—Nene, no consigas un ser vivo. Tú matas a los cactus.

Me sorprendo a mí mismo con una carcajada y me inclino hacia él cariñosamente. —Gracias. Siempre me haces sentir mejor. No sé qué haría sin ti.

Apoya sus blancas Converse en la mesa y apoya la cabeza en mi hombro, tan cerca que puedo oler su champú de fresa en su brillante pelo negro como el cuervo. —Bueno, nunca tendrás que averiguarlo, —dice suavemente.

—Te lo prometo. —Es posiblemente la única persona por la que suplicaría y la única que no me obligaría a hacerlo, así que responde de inmediato y con firmeza.

Blind (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora