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Me senté en el banco de madera que estaba en la pequeña plaza del centro que estaba delante de mí psicólogo y el de mi hermana. O sea, Mercurio.
Faltaban 30 minutos para que Tierra vaya a su consulta, ella tenía un día fijado para ir. Pero yo tenía que ir cada día diferente porque a Mercurio siempre, pero siempre, se le ocurre cambiar el día de consulta. Un día eran los viernes y otros los martes, o incluso los miércoles horas antes de la consulta de mi hermana. No se porque hace eso, pero es fastidioso porque además de cambiar los días, también cambia las horas de consulta.
Hubo ocasiones en la que recibí una regañada del marido de una de mis hermanas simplemente por pedirle a mi hermana más mayor que cuide a los sobrinos de mi hermana gemela porque yo necesitaba ir a la consulta... Tierra ODIA que yo falte a las consultas de Mercurio, no tengo ni idea de porque insiste tanto, pero es doloroso.
Me llegó a gritar una vez solo por decirle que no quería ir, tuve que llamar a Urano para que la calmara.
Obviamente pidió disculpas y aunque las acepte, me sentí reacio a interactuar con ella durante unos días. Era la primera vez que me gritaba y jamás me lo espere de ella.
Da igual, mientras observaba la nada y escuche los chillidos de unos niños. Mire a la derecha y me encontré a una niña con el cabello color... ¿Jamon oscuro? Como sea, otro tenía el cabello de un color verde horroroso y el otro de cabello gris.
No me caen mal los niños ¿pero como pueden ser tan horribles?
Luego aparte la mirada y observe la hora en mi teléfono, ya eran y media... ¿Tan rápido? ¡Ni tiempo de pensar me dio!
Mi hermana se levantó y me tendió la mano para ayudarme a levantarme.
—Vamos... –dijo con la voz un poco apagada, solo miraba la palma de su mano con seriedad.
Sabía que estaba deprimida por gritarme, evidentemente aún recordaba cada palabra que me dijo.
Tome su mano con delicadeza y nos dirigimos hacia la otra vereda, llegamos a la puerta enrejada y toque el timbre para llamar la atención de alguien.
Una mujer alta apareció y abrió la puerta.
—¿Con quien es la consulta?
La mujer se inclinó un poco hacia adelante para vernos mejor, su cabello morado resaltaba con su piel pálida, casi transparente.
—Con Mercurio –admiti.
Tierra me miro antes de abrir la puerta enrejada y caminar hacia la otra puerta en donde estaba la mujer.
