Capítulo 4. Sol al anochecer

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*** ¡Tantos años! Literal.  Mi justificación, aunque trillada, la pandemia, me corrieron de mi trabajo por recorte de personal debido una vez más a la pandemia y se me secó la creatividad en el proceso. Se esfumó de mi cerebro jajajaja. Me fue imposible seguir escribiendo esta historia aunque deseé hacerlo más de una vez, pero aunque tenía claro a donde quería llegar, darle forma era muy complicado.

Antes de pasar a la historia de lleno quería decirles que tiendo a ver y/o contestar los mensajes que me dejan en esta y mi otra historia de Candy,  pero por algún motivo wattpad no me está avisando de mis notificaciones como en ocasiones anteriores. Trataré de ser mas constante. 

Ahora si los dejo con este esperado capitulo (para los lectores de este fic atipico, de esta pareja atípica, pero que va tomando una forma triste y encantadora) 

Muy largo capitulo.

Este fic es desde el punto de vista de Terry, pero este capitulo es desde el punto de vista de Annie***

Annie

Estamos a cuatro días de que se celebre la Navidad y en París ha entrado de lleno el invierno.

Jamás he sido resistente a los climas gélidos a pesar de que crecí en las frías montañas de Illinois, aun así, esta es mi estación del año favorita.

Desde que tengo uso de razón he sido ferviente admiradora de los panoramas níveos. De todos mis recuerdos felices en la casa hogar de Pony, muchos sucedieron durante el invierno; Candy y yo intentando hacer un muñeco entre risas y carcajadas o bien formando ángeles en la nieve. ¡Ah! Era tan feliz y yo no lo sabía.

Ansiaba mucho más de lo que ese sencillo lugar me ofrecía. Tan estúpida y además malagradecida.

Uno de los pasatiempos preferidos que adopté en mi niñez fue admirar como los copos de nieve danzando grácilmente hacia el suelo, pintaban poco a poco de blanco las verdes montañas, los árboles, el pasto, pero mi parte favorita del día se daba cuando la luz del sol chocaba sobre esa prístina alfombra blanca. El brillo que generaba era similar al de los diamantes que innumerables veces llegué a apreciar en los collares y anillos que mis padres me regalaban.

Quizás por eso me gusta tanto la nieve. Su fulgor se asemeja a las piedras preciosas que aún hoy me parecen fascinantes e hipnóticas. Aunque los lujos que me rodearon durante muchos años ya no los considero necesarios, no significa que los encuentre detestables.

Vivir como una princesa fue mi sueño de infancia hecho realidad, pero ahora en mi adultez me doy cuenta de que la vida va más allá de estar rodeada de riquezas, y que, a su vez, mis capacidades van mucho más allá de aspirar a convertirme en una buena esposa como mi madre desea.

En cuanto pienso en ella, no puedo evitar reconocer una vez más de que la he decepcionado.

He dejado de ser la hija dulce y sumisa que ella crio. Me duele alterarla, pero creo que no lo suficiente como para volver la mirada atrás.

Si alguien me dijera en este momento que para recuperar a la familia que tanto añoré durante mi infancia tengo que volver a ser la dependiente Annie cuya ambición más grande era mentir para agradar a los demás, así como conformarme con recibir las migajas de cariño de un hombre que jamás podrá amarme, me atrevo a afirmar que seguiría adelante con el camino que he elegido, aunque ello provoque que una parte de mi corazón fenezca en el trayecto a mi auto realización.

Fue un proceso doloroso enfrentarme a mí misma y aceptar de una vez por todas una verdad que he querido ignorar durante muchos años; mi amor unilateral por Archie no es suficiente para mantener una relación. Darme cuenta de que yo era otra Susana Marlowe en la vida de un hombre al que obligué a permanecer a mi lado guiado por la culpa y un absurdo deber moral fue uno de los momentos más difíciles que he experimentado, aunque a su vez, marcó el inicio de mi crecimiento personal.

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