Capítulo 3. Triste añoranza

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***Han pasado 84 años desde mi última actualización, lo sé jajajaj pero como saben han sido momentos difíciles para todos, y entre que desafortunadamente formo parte de las estadísticas de desempleo de mi país y que mi ánimo no ha sido el mejor para escribir, decidí dejar en pausa este fic hasta que me sintiera mejor para continuarlo. Algo que me molestaría bastante es subir un trabajo del cual no me siento orgullosa ni mucho menos satisfecha. Y aunque ya sé lo que pasará y como quiero que termine esta historia tenía la impresión de que si escribía no transmitiría las emociones que quiero.

Antes de pasar al capítulo quiero agradecer enormemente al grupo de lectoras que me mandan mensajes preguntando cuando actualizaré este fic. Créanme que no me imaginé tendría seguidoras por ser un fic de Terry y Annie.

Debido al tiempo que pasé sin actualizar les recomiendo si así gustan lean los 2 capítulos previos.

Ahora sí las dejo para que lean a gusto.

¡¡Saludos y manténganse sanas!!***

Capítulo 3. Triste añoranza

Nuestro trato ha mejorado mucho desde entonces.

No, me estoy expresando mal.

Soy yo el que ha modificado actitudes.

A diferencia de nuestro primer encuentro en la casa hogar de Pony 4 años atrás, ahora me siento con la confianza de mostrarme tal cual soy con ella sin la necesidad de escudarme en mi ironía y sarcasmo.

Sé que no soy una persona fácil de tratar, sin embargo, su sinceridad, paciencia, así como las cartas que religiosamente me envía cada semana consiguieron que empezara a sentirme cómodo con ella, pero mientras mi cabeza analizaba la sucesión de cada oscuro escenario que podía desencadenarse si me permitía tomarle cariño, mi corazón se adelantó y sin pedirme permiso, Annie ya formaba parte indispensable de mi vida convirtiéndose en mi querida amiga.

Más de una vez me atrapé emocionado leyendo sus misivas, o lo que es aún más inquietante, escribiéndole de regreso mientras le contaba acerca de mi trabajo, mis futuros proyectos. ¡Tengo tantas cosas que platicarle! pero lo realmente terrible vino después, cuando en cada visita anual a la casa hogar de Pony, empecé a atreverme a confesarle poco a poco cada uno de mis miedos, errores, traumas e incluso mis más íntimas inseguridades.

Mi pánico incrementó a la par que mi cariño hacia ella cuando Annie en reciprocidad a mi confianza me revelaba algunos de los demonios que la han atormentado desde su niñez, como su sentimiento de culpa al haber impedido que los Britter adoptaran a Candy, la envidia que durante años le profesó y la profunda vergüenza que llegó a experimentar de ser huérfana. Me sentí valorado cuando abrió ante mí sus heridas, así que la escuché solemnemente, pero mientras lo hacía me di cuenta de algo que hasta ahora ignoraba; tengo un miedo muy grande a amar y ser amado.

Volver a vulnerarme ante la persona que tarde o temprano tendrá el poder para destruirme es realmente aterrador, sin embargo, heme aquí, contradiciéndome yo mismo al reconocer sin arrepentimiento que Annie es una amiga a la que por nada del mundo permitiré que el destino me arrebate.

Me siento muy feliz de que ella forme parte de mi pequeño _aunque inexistente es el término más adecuado_ círculo de amistades.

Sé que cometí muchos errores con Candy. Aun el día de hoy no consigo perdonarme el dolor que le causé. Pese que yo fui su verdugo, mi corazón también resultó herido y aun ahora vivo con las consecuencias de las malas decisiones que tomé antes, durante y después de ese maldito día de invierno.

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