Capítulo 3

36 4 0
                                    


Intento cerrar los ojos, quiero desaparecer... el sonido de la puerta me detiene, pero nadie se acerca.

—No sé quién seas, pero te sugiero te vayas.

—Yo quiero quedarme —hablan y siento como las lágrimas me vuelven a quemar.

Me levanto de inmediato, pero mi acción queda a medias en cuanto la debilidad me doblega. Él se acerca a mí en cuanto lo nota, se sienta en la orilla de mi cama sin poder mirarme a los ojos.

—¿Me odias? —pregunta con la voz entre cortada.

No puedo creer lo que veo, sus ojos inyectados en tristeza rabotean sobre la habitación y tiembla desesperado esperando mi respuesta.

—¿Debo de hacerlo? —pregunto con un nudo en el pecho.

—Yo si me odio —admite con voz ahogada.

—Pero yo no —le digo soltando algo que sin quererlo me da un respiro.

Gira su vista, impactado, y en cuanto sus ojos topan con los míos rompe en llanto. Destrozado, no hay otra palabra que lo describa.

—Lo siento no sabía —solloza.

—Itkan —trato de no seguir llorando.

—Lo amaba y me lo quitó.

—Itkan.

—Ya no puedo vivir así Atira,

—Yo tampoco —admito.

Entonces mi amigo se acerca a mí recostándose en mi pecho con desesperación, no tengo fuerzas, pero aun así lo abrazo, sus sollozos inundan la habitación, mientras los míos sin fuerzas lo acompañan.

—Él sabía que iba a morir —gimotea.

Mi alma desaparece por completo cuando veo que mi amigo no titubea con lo que dice.

—¿Qué? —me separo espantada.

Itkan no deja de llorar y me angustia saber lo que tiene por decirme

—Fezla le dijo antes de unirse a la búsqueda.

—¿Mi abuela sabía que moriría?

Mi corazón se desespera al ver que Itkan se devasta pensándolo, sé que los dos sentimos el peso de ser culpables y si él sabe algo que yo no su peso debe empeorar.

—No se lo dijo tal cual, pero Fezla se lo dío a entender antes de que fueras a buscarlo el primer día.

—Y aun así decidió unirse a la búsqueda —susurro con el dolor brotándome con más agudeza.

Mi amigo suelta sollozos asintiendo, haciendo que la poca cordura que me queda se vaya de mí, entonces... este era mi destino incluso antes de empezar.

El "gracias" de Cler a punto de ser fusilado me ha quemado los huesos por años, pero... en realidad me daba las gracias él... sabía que moriría y por eso me agradecía haber conocido a Itkan.

—Por eso estaba tan tranquilo.

Itkan es ajeno al movimiento que causa en mi pecho, sigue en su agonía mientras llama mi atención de nuevo

—Traté de llegar a tiempo en cuanto supe lo que planeaban hacer, pero...

—Lo sé —lo corto sin querer recordar esos momentos—. Estaba ahí cuando los fusilaron Itkan, te escuché implorarle a Hades que lo soltara.

LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA (Segundo libro de la bilogía  REINOS DE FUEGO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora