5-. Caída 2.

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No le dije en qué estado estaba ella cuándo Inupi y Koko me llamaron. Habían pasado dos días sin que supieran casi nada de mí y estaban nerviosos. Por supuesto les dije que la había convencido para ser nuestro mecánico pero que necesitaba recuperarse.
No era cierto.
Esa chica era testaruda cómo Takemichi. Quizás ese era el segundo motivo por el que la quería tener en mi banda. Era fuerte a nivel físico y mental, pero una parte de ella se había rendido. No. Más bien una parte de ella había decidido encadenarse a una promesa que la llevaría a tener una muerte lenta, solitaria y aburrida. Una vida llena de arrepentimientos.
Cómo la mía.
Ella tenía dos nombres: Noemí, cómo su nombre real, dado por su madre, y Tora cómo su nombre japonés, puesto por su padre cuándo llegó a Japón. Eso ponía en su expediente médico. Por lo que tenía una familia a parte de su hermano.
Y aún así nadie acudió al hospital en tres días.
¿Qué había hecho para que su familia la abandonase en su estado en un hospital?
Noemí dormía plácidamente gracias a las medicinas que los doctores le habían puesto. La luna derramaba una luz plateada sobre sus ojos cerrados mientras la habitación permanecía en silencio.
Ella no era una mala persona cómo yo, y aún así iba a morir sóla.
Si loraba convencerla e introducirla en los Black DRagons se acabarían todos mis problemas: no existen tantos buenos mecánicos dispuestos a trabajar para una pandilla, ella conseguiría un lugar dónde estar protegida y no tendría que morir sóla.
El ruido de s respiración mécanica se volvió más acelerado cuándo abrió los ojos. Su mirada me encontró, somnolienta y cansada.
-¿Qué haces aquí?
Preguntó.
-No me iré hasta que te haya convencido.
Soltó un suspiro que seguramente debió dolerle por la mueca que puso y volvió a mirar al techo. Después de unos segundos me preguntó.
-¿Sólo es por eso?
No, no sólo era eso. Sólo que en ese momento no lo sabía.
Alze las cejas con una ligera sorpresa y solté un suspiro mientras me inclinaba sobre el respaldo de la suya.
-¿Qué más quieres que sea?
-¿Qué le hiciste a tus hermanos? -Sus ojos se clavaron en mi. No había ira, ni me estaba juzgando. Apreté los labios sintiendo que la ira me envolvía de nuevo- Me habías dicho que la familia era lo más importante para ti, ¿Aún están vivos?
Tardé un buen rato en asentir.
-Si.
No creo que se diera cuenta cuándo Tora sonrió aliviada.
-Ah. ¿Y por qué no te has ido aún a casa a verles?
-No es de tu incumbencia.
-Tampoco para ti mi vida, y me has echado un sermón esta mañana.
-Porque quiero que te unas a los Black Dragons.
-Y yo quiero que te vallas.
Una risa seca me cosquilleó en el pecho. Tenía que admitir que Tora era entretenida. Su actud constantemente retadora era divertida. Me apoyé de nuevo en la pared.
-Supongo que ninguno de los dos ganaremos esta pelea.
Ella arqueó una ceja con gesto condescendiente y guardó silencio. Tras unos egundos en los que estuvo observando la pared sonreí con arrogancia.
-¿No tienes más comentarios ingeniosos?
Ella sonrió de igual modo.
-Unos pocos, pero me los reservo para el futuro.
Otra risa divertida me cosquilleó el pecho. Hundí mi mano en mi pelo ondulado y lo eché hacia atrás. Estaba incrédulo por esa mujer tan fuerte para haberle dado una paliza a los chicos de los Black Dragons, débil ahora en la cama de un hospital, y aún así seguía teniendo esos comentarios elocuentes delante de mí.
Estaba arrepentido por lo que le hice a Hakkai y Yozuha. Por eso me fui de casa. No había vuelto a hablar con nadie de lo que pasó tras que Mikey me derrotaste en la iglesia. Sólo yo y mis hermanos sabemos cuántos pecados cometí creyendo que haría más fuertes a mis hermanos, que los estaba preparando para la vida.
Amo a mis hermanos. Hubiera matado a cualquier persona por ellos.
Pero yo no soy el hermano de Tora, y los míos nunca podrían hablar de mí cómo ella hablaba del suyo. Sentí que la tristeza me enfriaba el estómago.
-Hakkai y Yorozu. -Dije en voz baja- Son mis hermanos.
Ella alzó una ceja y tardó demasiado en contestar.
-¿Estás orgulloso de ellos?
Fué todo lo que preguntó mientras parpadeaba perdiendo fuerzas para mantenerse despierta.
Yo me quedé en silencio, sorprendido por su pregunta.
-Si.
Ella sonrió sin sinceridad y sentí que algo extraño me quebraba el pecho. Un dolor diferente al que había sentido hasta ese momento.
-Díselo. Es todo lo que los hermanos queremos escuchar de nuestros hermanos mayores.
Fué lo ultimo que dijo antes de quedarse dormida.
Esa mujer debía ser un demonio. Durante los siguientes días no abandoné el hospital ni una sola vez. Me quedé a su lado o cerca de ella.
Ella tenía algo extraño, que hacía ue la rabia, la ira, el dolor y la molestia se despeja se cuándo estaba cerca. Quizás fuera que estaba enferma y no me sentí amenazado por ella ni si quiera una vez. Quizás fuera que no decía nada que no pensase o que su naturaleza era amable.
Pero para mí se convirtió en un demonio.

(...)

-¿Te vas a quedar aquí hasta que me muera?
Preguntaste a Taiju que estaba de frente a la ventana asomado y de espaldas a ti. Se giró lo suficiente para que su mirada dorada se clavase en tí con molestias.
-¿Te molesto? Si no fuera por mi, estarías sola.
-No me importa estar sola.
-Mientes.
Si, mentías, pero tenerlo esos tres días en el hospital se había convertido en algo incómodo. No era que hiciera nada con intención de molestarte, a demás de prohibir te salir de la cama para absolutamente nada, insultarte y luego llamar a una enfermera por cualquier mínima molestia, esque no estabas acostumbrada a estar con nadie. No sabías de qué hablar o cuándo era el momento de hablar, a veces pàrecía que ambos estabais compartiendo un silencio impuesto.
Chasqueaste la lengua y pusiste los ojos en blanco volviendo a apoyar la espalda contra el colchón.
El tiempo pasó en silencio entre vosotros hasta que la voz de Taiju, profunda y firme, se extendió en la sala cómo lo haría una ola al romperse.
-He destruido a mi familia.
Lo miraste. Tenía los ojos clavados en el suelo y los hombros ligeramente caídos. Quisiste preguntar el porqué decía eso pero sabías que volvería a alzar la guardia. Además no estabas de humor para escuchar sus lamentos. Eras tú la que estaba ingresada.
-¿Y por qué me lo cuentas? A mi no me importa.
Soltó un resoplido nasal apoyándose contra la pared blanca y esbozó una sonrisa afilada, de suficiencia, arqueando una ceja mientras te miraba con un brillo que no supiste identificar.
-Porque no se lo vas a poder decir a nadie. Te estás muriendo.
-¡Oye! -Más que enfadarte, el comentario te ofendió. Aún no ibas a morir- ¡¿Quién te ha dicho que será hoy? ¡O este año!
Taiju soltó una risa sin gracia cruzando los brazos. Ahora parecía enfadado.
-Me vas a escuchar igual.
Era una orden más que una petición. Resoplaste y trataste de darle la espada pero notaste las agujas moviéndose debajo de la piel de tus brazos y manos y te quedaste quieta, conteniendo el dolor. Taiju no pareció darse cuenta.
-Les hice mucho daño.
-¿Porque eres un criminal?
Taiju arqueó una ceja azul.
-No… -Le viste dudar bajo su fachada estoica- Porque son déviles.
-¿A que te refieres con eso?
Viste que tardaba en contestar, tu pregunta le había pillado por sorpresa.
-Desde la muerte de nuestra madre Hakkai se volvió dévil. Su determinación, sus dedos, su fuerza de voluntad calleron todos sobre Yozuha. Yo quería que aceptaran nuestra nueva realidad y…
Se quedó en silencio, observándo tu rostro, queriendo analizar sus siguientes palabras.
-Les hice daño.
Asentiste dando por hecho que quería decir que les había golpeado.
-¿Te odian por eso?
Él bajó la mirada al suelo.
-No lo sé.
-¿Quieres arreglarlo?
Taiju alzó una ceja, de nuevo molesto.
-Ya no puedo hacer eso.
-Estas vivo. -Dijiste, más mordiendo el aire y notándo de nuevo la vena palpitando en tu cuello.
Él tenía tiempo.
Tenía tiempo para arreglar lo que había hecho, para hablar, para cambiar, para unir a su familia, para enamorarse, tener hijos… Tenía el tiempo que a tí te faltaba. Y se estaba excusando.
-Estás vivo. -Dijiste tratando de controlar tu rabia- Tienes tiempo.
La nariz- de Taiju se arrugó delante de ti.
-Tú no entiendes…
-¿Me vas a venir con excusas? -Te burlaste, molesta- Bien, hazlo. Escondete. Di, durante toda tu vida, que nadie entiende lo que hiciste, y que te guardan rencor y que no mereces que te perdonen. Pero son excusas para no arreglar lo que has hecho. Si estás vivo, y ellos te quieren, y no quieren perderte, entonces tienes tiempo para arreglarlo. Y si no te dan la oportunidad para hacerlo: te jodes, porque te lo mereces. Pero si encima están esperando a que cambies, a que vuelvas, entonces es culpa tuya no hacerlo. Toma la responsabilidad y haz algo.
Taiju se quedó en silencio con las palabras congeladas en la boca. Te observó, incapaz de quitar su gesto molesto y congelado.
Esperabas que no te volviera a decir que no lo entendías o que se volviera a molestar contigo. Que no tuviera el desprecio de decir que solo decías eso porque te estabas muriendo.
En cambio su ceño fruncido poco a poco se deshizo y una sonrisa culpable cruzó su rostro antes de que la escondiera con la mano.
-Callate. -Murmuró molesto- ¿Ahora vas a hacerme de terapeuta?
Soltaste un chasquido molesto, aunque te había hecho gracia.
-La verdad es que lo necesitas.

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⏰ Última actualización: Jul 31 ⏰

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Mr. Delincuente. TaijuxTNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora